Aquí abajo, sin embargo, ésta [unión] está bajo [los límites de] el tiempo, [el alma está unida a Di-s] sólo mientras está dedicada al estudio de la Torá o ejecutando una mitzvá. Porque si posteriormente se dedica a cualquier otra cosa, se separa, aquí abajo, de esta unión Suprema —esto es, si se ocupa de asuntos absolutamente innecesarios que de ninguna manera son útiles en el servicio a Di-s—. No obstante, cuando se arrepiente y retorna su servicio a Di-s a través [del estudio] de la Torá y de la plegaria, y pide perdón a Di-s por no haber estudiado Torá en ese momento [que ocupó en cuestiones banales], cuando podría haberlo hecho, Di-s lo perdona. Como han dicho nuestros Sabios: "Si alguien fue negligente en el cumplimiento de un precepto positivo y se arrepintió, es perdonado inmediatamente". Por este motivo, los Sabios han ordenado que la bendición [que comienza con] "Perdónanos...", [en que pedimos perdón] por el pecado de desatender el estudio de la Torá, sea recitada [con tanta frecuencia,] tres veces al día, ya que nadie escapa a este pecado ni un solo día. [Esta bendición] es como el holocausto cotidiano [ofrendado en el Gran Templo] que expiaba por [desatender] los Preceptos Positivos.
Esto no es lo mismo que decir "Pecaré y me arrepentiré", a menos que en el momento mismo de cometer el pecado él se ampara en que habrá un arrepentimiento posterior, y por ello peca, como se ha explicado en otro lugar.
A la luz de lo explicado, se comprenderá por qué Moshé Rabeinu —sea sobre él la paz— ordenó en el Libro de Deuteronomio a la generación que entró en la Tierra Santa que recitara dos veces al día el Shemá, para someterse al Reino del Cielo con [disposición al] autosacrificio, [cosa que el Shemá nos enseña a aceptar]. [¿Para qué hacía falta que estuvieran dispuestos al autosacrificio?] ¿No se les había prometido acaso que "Di-s pondrá el temor y el pavor a vosotros [sobre todos los habitantes del país]"? Sucede que el cumplimiento de la Torá y sus mandamientos depende de que la persona sea constantemente consciente de su disposición a entregar su vida a Di-s en aras de Su unidad, [y por eso recita el Shemá dos veces al día,] para que [esta conciencia] se fije permanentemente en su corazón y no se aparte de su memoria ni de día ni de noche. De esta manera, la persona puede imponerse a su Inclinación al Mal y vencerla siempre, en todo momento y en cada ocasión, como se ha explicado previamente.