Esto explica por qué el estudio de la Torá es de una virtud más elevada que la de los demás mandamientos, inclusive el de la plegaria, que provoca unidad dentro de los mundos superiores. [Aunque la ley requiere de la persona cuya dedicación absoluta no es el estudio de la Torá que interrumpa su estudio para rezar, esto se debe únicamente a que de todos modos haría una pausa y lo interrumpiría].

De esto, el hombre sabio podrá producir para sí un [sentimiento de] gran temor [a Di-s] mientras se dedica al estudio de la Torá, cuando considere de qué manera su alma y sus "vestimentas" [de pensamiento y palabra] que están en su cerebro y en su boca se fusionan realmente en una unión perfecta con la Voluntad Suprema y la luz [Infinita] del Ein Sof que se manifiesta en ellos, que [es de un nivel tan excelso que] todos los mundos superiores e inferiores son verdaderamente como la nada en comparación con ella; son, realmente, tan nada, que sólo pueden soportar un leve resplandor de ella que se inviste en ellos sin que se anule totalmente su identidad. Su principal fuerza vital que reciben de ella, sin embargo, no está investida dentro de ellos, sino que los anima desde el exterior, por así decirlo, de un modo trascendente y abarcante.

Este es el significado del versículo "Y Di-s nos ordenó [cumplir] todos estos estatutos, a fin de temer a Di-s" [y fue respecto de este gran temor que nuestros Sabios han dicho: "Si no hay sabiduría no hay temor". En [relación con] este nivel de temor, la Torá es llamada "una entrada para la casa", como se explica en otra parte]. Sin embargo, no toda mente puede soportar un temor tal. No obstante, incluso aquel cuya mente no puede soportar un temor tal, ni siquiera una pequeña fracción del mismo, porque la raíz y la fuente de su alma se deriva de un nivel inferior —las gradaciones inferiores de las Diez Sefirot del Mundo de Asiá—, este temor no debe desanimarlo en el estudio de la Torá y el cumplimiento práctico de las mitzvot, como se explicará más adelante.