Por el contrario, una tristeza tal se debe a la arrogancia: porque no reconoce su lugar, y por eso está triste, por no haber logrado el nivel de tzadík, a quien, seguramente, no se le ocurren pensamientos necios como estos. Porque si reconociera su estado —que está muy lejos del nivel de tzadík, y ojalá fuera un beinoní y no un rashá aunque sea por un único momento en su vida—, ésta, pues, es la correspondiente dimensión de los beinoním y su tarea: someter el impulso de mal y el pensamiento que se eleva del corazón a la mente, y apartar completamente la mente de él, rechazándolo [como si fuera] con ambas manos, como se explicara antes.
ב"ה