La causa [de esta deficiencia] es la arrogancia de la kelipá [del Alma Animal], que se exalta por encima de la santidad de la luz del Alma Divina, de modo que oculta y oscurece su luz. Por eso se la debe machacar y derribar al suelo. Esto es, fijar momentos específicos para humillarse a sí mismo y considerarse "despreciable y aborrecible", como está escrito. Ahora bien, "un corazón quebrantado [lleva a] un espíritu quebrantado", y el "espíritu" es la sitrá ajará que, en el caso de los beinoním, es el hombre propiamente dicho. Porque el alma vital que anima el cuerpo conserva la plenitud de su poder en su corazón tal como era al nacer, de modo que es el mismísimo hombre. Y respecto del Alma Divina dentro de él, se dice: "El alma que Tú has dado dentro de mí es pura". [Las palabras] "dentro de mí" implican que la persona misma [que las está diciendo] no es el "alma pura", salvo en el caso de los tzadikím. En ellos es a la inversa: el hombre mismo es el "alma pura", es decir, el Alma Divina, mientras que sus cuerpos son denominados "la carne del hombre".
ב"ה