Y aun respecto de aquellos que uno debe odiar —porque están próximos a él, y él los ha reprendido pero todavía no se han arrepentido de sus pecados— también tiene la obligación de amarlos. Y ambas [emociones, el amor y el odio,] son [en este caso] verdaderas [porque derivan de dos motivos diferentes]: el odio es por el mal que hay dentro de ellos, mientras que el amor es por el bien que está oculto en ellos, la chispa de Divinidad que está dentro de ellos, que anima su Alma Divina. También debe despertar en su corazón compasión por ella, porque en el caso de los malvados ella está en un estado de exilio dentro del mal de la sitrá ajará que la domina. La compasión elimina el odio y despierta el amor, como se sabe del versículo "Iaacov, que ha redimido a Avraham".

[Y no dijo el Rey David —sea sobre él la paz— "Los odio con un odio consumado", sino únicamente en referencia a los herejes y ateos [judíos], que no tienen parte en el Di-s de Israel, como se declara en el Talmud, al comienzo del cap. 16 del Tratado de Shabat].