A pesar de que esta manifestación [de luz] a través de la involucración con la Torá y los mandamientos por parte de la persona es, generalmente, análoga en cada judío —pues todos tenemos "una Torá y una ley"—, no obstante ello, de un modo más específico, en relación a ésta, no todo néfesh, rúaj y neshamá es igual, pues ello depende del período y momento de su reencarnación y su venida a este mundo. Nuestros Sabios dijeron [a modo de pregunta]: "¿Con cuál [mandamiento] era tu padre por demás cuidadoso?" [A lo que la respuesta fue:] "Con [el precepto de] tzitzít". Similarmente, no todas las generaciones son iguales. Pues tal como con los órganos del hombre cada uno tiene su función particular y distintiva —el ojo para ver y el oído para oír—, así, también, a través de cada mandamiento brilla una luz particular y distintiva de la [infinita] luz Ein Sof. Y pese a que cada alma judía debe reencarnarse a fin de cumplir todos los 613 mandamientos, esto es necesario solamente en aras de una medida adicional de esmero y diligencia, [un entusiasmo] doble y sumamente elevado y poderoso, sobrepasando por mucho al esmero [de la persona] en [el cumplimiento de] los demás mandamientos. Por eso la palabra "por demás" cuando preguntó: "¿Con cuál [mandamiento] era [tu padre] por demás cuidadoso?"

Ahora bien, la superioridad de esta luz individual [que es conferida] a almas individuales [a través del cumplimiento de un precepto en particular] no es de una categoría de razón captable, sino que la trasciende, pues así se alzó en el pensamiento de Di-s, para decirlo de alguna manera. Y su modelo en el [mundo] inferior es, verdaderamente, el concepto de "suerte".