Por eso, en primer lugar, el hombre debe sentirse feliz y jubiloso en todo momento y hora, y vivir verdaderamente en su fe en Di-s, Quien lo anima y actúa bondadosamente con él en todo momento. Mas aquel que se apena y lamenta demuestra que está padeciendo cierta aflicción y sufrimiento, y carece de alguna bondad; él es (Di-s libre) como un hereje que niega la omnipresencia de Di-s. Es por esto que los Sabios de la Verdad, los Cabalistas, rechazaron enérgicamente el rasgo de la tristeza.

El [verdaderamente] creyente, sin embargo, no se siente perturbado por sufrimiento alguno, cualquiera que fuere, y en cuanto a todas las cuestiones mundanas "sí" y "no" son lo mismo para él, en verdadera igualdad. Mas a quien no le resultan iguales, demuestra que es uno del érev rav, quienes actúan sólo para sí mismos; se ama a sí mismo al grado de que se aparta a sí de bajo la mano de Di-s, y vive la vida de los gentiles — [todo] a causa de su amor a sí mismo. A ello se debe que desee la "vida de la carne", e "hijos y sustento", porque ese es su bien. [En efecto,] mejor hubiera sido no haber sido creado.

Pues el principal propósito de la creación del hombre en este mundo es ponerlo a prueba con estos juicios [y tribulaciones físicas,] para apreciar qué hay en su corazón: si su corazón se volverá a otros dioses —a saber, las pasiones del cuerpo que se desarrollan de la sitrá ajará, y éstas deseará—, o si su deseo y anhelo es vivir la verdadera vida que se desarrolla del Di-s viviente.

Uno debe creer que verdaderamente la vive y que todas sus necesidades, y todo lo que se relaciona con él, evoluciona verdaderamente en todos sus detalles no de la sitrá ajará, pues "Por Di-s son hechos firmes los pasos del hombre", y "Mientras no hay [todavía] palabra alguna [en mi lengua, Tú, Di-s, lo sabes todo]". En consonancia, todo es absolutamente bueno, sólo que no es captado como tal por el hombre.

Cuando uno cree esto verdaderamente, todo se torna bueno aun en un plano revelado. Pues por semejante fe, en la que uno cree que lo que manifiéstamente parece ser malo recibe, de hecho, toda su vitalidad del Bien Supremo, que es la jojmá de Di-s que no es captable, y que es el Edén que trasciende el Mundo Venidero — con esta fe el mal imaginario es verdaderamente absorbido y sublimado en el oculto Bien Supremo [tornándose palpablemente revelado al ojo físico].