Y precisamente de manera análoga [es] con respecto a la Jojmá Divina, en la medida en que puede expandirse de ella para (influenciar) [investirse] en todos los seres inferiores: es como la nada al compararse con el paním de jojmá, que está unido al bendito Emanador. Pues "Todo lo que está ante El, es considerado como nada". El flujo vivificante para todos los seres creados, que son limitados y finitos, es considerado un descenso y una contracción, para decirlo de alguna manera, respecto del Emanador, el bendito Ein Sof, tal como, metafóricamente hablando, se consideraría un descenso y contracción para el intelecto de la persona inteligente el contraerse para alguna actividad puramente física y material.
Moshé Rabeinu, quien captó tan alto como el nivel posterior de jojmá, mereció por lo tanto que la Torá fuera entregada por su intermedio, siendo ella el novlot ("vestigio atenuado") de la Jojmá Suprema, es decir, aquello que fluye de ella y hacia abajo, y se inviste en nuestra Torá física. Pues su núcleo y objeto máximo es la observancia de los mandamientos positivos y prohibitivos, concretamente y en la acción real, en el espíritu del versículo: "Para hacerlos este día". [Similarmente, nuestros Sabios enseñaron:] "El estudio de la Torá es más grande [que la observancia de los mandamientos] porque éste conduce al cumplimiento [de aquellos]". Análogamente: "Aquel que estudia con la intención de no hacer, mejor le hubiera sido si su placenta se hubiera dado vuelta...". En efecto, todo individuo precisa reencarnarse hasta haber observado concretamente la totalidad de los 613 mandamientos, como se sabe del AríZal.