Mas es necesario expresar primero lo que oí de mi maestro [Rabí Dovber, el Maguid de Mezritch] —la paz sea con él— sobre el versículo: "Y yo soy polvo y cenizas". Nuestro Patriarca Avraham —sea sobre él la paz— dijo esto [hablando] de la iluminación de su alma que irradiaba en su cuerpo de la luz del Jésed Supremo. Y ése es su atributo: el atributo de ahavá rabá ("amor magnánimo"), porque él amaba al Santo, bendito sea, con un amor tan grande y sublime que se convirtió en una "carroza" para el Santo, bendito sea.
Ahora bien, uno podría suponer que el tipo de jésed y amor tal como existe en lo Alto, en las Sefirot Supremas, es de una naturaleza similar al atributo de amor abundante de nuestro Patriarca Avraham, si bien superándolo infinitamente. Pues es sabido de las midot ("atributos") supremas que [pese a que su modo de emanación es finito] ellas mismas esencialmente no tienen fin ni límite, porque la [infinita] luz Ein Sof realmente irradia y está investida en ellas, y "El y sus midot son uno".
En lo que respecta al alma del hombre, sin embargo, investida en la corporeidad, sus atributos son finitos y limitados.
No obstante ello, uno podría suponer que sus atributos son del mismo tipo que el de los atributos supremos. Es por eso que [Avraham] dijo: "Yo soy polvo y cenizas"; o sea, como cenizas que son la esencia y substancia de la madera quemada. Porque [la madera] estaba previamente compuesta por los cuatro Elementos básicos —Fuego, Aire, Agua y Tierra—, y los tres Elementos Fuego, Agua y Aire desaparecieron y fueron consumidos en el humo que cobró existencia por medio de su combinación, como se sabe. Mas el cuarto elemento de la madera, a saber, su componente Tierra que se encamina hacia abajo [y no asciende con el humo], y sobre el cual el fuego no tiene dominio, es éste el que queda en existencia, y constituye las cenizas. Ahora bien, la totalidad de la esencia de la madera, con su substancialidad tangible (mamashó) [que no resulta del Fuego, Agua y Aire que hay en ella], su materia (jomró), y su forma (tzurató) en términos de largo, ancho y volumen, visibles al ojo antes de ser quemada, se derivaban básicamente del elemento Tierra que hay en ella, sólo que el Fuego, Agua, y Aire también estaban incluidos en ella. Porque Tierra es el más material de todos, al tener largo, ancho y volumen, lo que no sucede con Fuego y Aire. E incluso Agua, [que sí tiene estas dimensiones,] aparece sólo escasamente en la madera. Así, todas las dimensiones [de la madera] de largo, ancho y volumen — "Todo resultó de la tierra, y todo regresa a la tierra", esto es, a las cenizas que quedan luego de que [los Elementos] Fuego, Agua y Aire han sido separados de ella.
Ahora bien, tal como no hay semejanza o proporción cuantitativa ni cualitativa entre las cenizas y la esencia del árbol que, antes de ser quemado, tenía dimensiones medibles de largo, ancho y volumen —pese a que ella [—la madera—] es su esencia y substancia misma, y de ella cobró existencia [la ceniza]—, precisamente así, metafóricamente hablando, nuestro Patriarca Avraham habló de su atributo [distintivo], el de benevolencia y amor que brillaba en él y estaba investido en su cuerpo. Pues pese a que éste fue el preciso atributo del amor y jésed supremo de Atzilut que brillaba en su alma —que fue una carroza para [la voluntad de] el Cielo—, no obstante, como descendió para investirse en el cuerpo por medio de la evolución de los mundos de un nivel a otro, a través de numerosas contracciones, no había similitud ni proporción entre la esencia de la luz del amor que irradiaba en él y la esencia de la luz del amor y supremo jésed de Atzilut, salvo la clase de proporción y semejanza que existe, metafóricamente hablando, entre la esencia del Elemento Tierra que se volvió cenizas y su esencia y calidad en su estado original como un árbol "agradable a la vista y bueno como alimento". En verdad, [la incomparabilidad del jésed de Avraham con el jésed de Atzilut] excede [a la incomparabilidad entre la ceniza y el árbol] por miles de grados de distancia. No obstante, la Torá habla en términos de los humanos, por medio de la alegoría y la metáfora.
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