La segunda [categoría] es un amor y deseo con el que el alma desea, ama y anhela unirse a Di-s, "para estar ligada en el lazo de vida"*. La proximidad a Di-s le es muy preciada, y eso es lo que desea. Le resulta de lo más desagradable alejarse, Di-s libre, de El —bendito sea—, tener una partición de acero de los jitzoním que la separe [de El], Di-s libre. Este amor está latente en el corazón de todo judío, incluso los malvados, y de éste [amor latente] deriva su remordimiento. Sin embargo, dado que está latente y oculto, en un estado de exilio en el cuerpo, le es posible a la kelipá dominarlo; y éste es el "espíritu de necedad" que hace pecar al hombre.
Por lo tanto, el servicio del hombre a su Hacedor comprende fortalecerse y prevalecer sobre la kelipá en todas sus manifestaciones. Eso es, en primer lugar expulsarla totalmente del cuerpo, de las [facultades de] pensamiento, palabra y acción que están en el cerebro, la lengua, y los 248 órganos. A continuación, también podrá "sacar al cautivo de la prisión" con mano fuerte. O sea, será fuerte "y su corazón valiente entre los de coraje", de modo que el amor oculto se volverá abundantemente revelado en todos los poderes de los componentes del alma en su cuerpo; es decir, principalmente en la mente y en [la facultad de] el pensamiento en el cerebro, de modo que correspondiéndose con su intelecto y entendimiento la mente pensará y meditará constantemente sobre el bendito Creador — cómo El es la Fuente de vida en general, y de la vida de su propia alma en particular. Consecuentemente, anhelará y deseará estar apegado a El, y cerca de El, con un anhelo innato, como aquel de un niño que constantemente anhela estar cerca de su padre, y como el fuego que, por su propia naturaleza, se eleva siempre a lo alto, a su fuente. Y cuanto más persevere en meditar en su mente acerca de este anhelo, tanto más se tornará este anhelo correspondientemente fuerte, y se extenderá también a su boca y todos sus órganos, de modo que se dedicará a la Torá y a los mandamientos para realmente unirse por su intermedio a Di-s, porque "La Torá y el Santo, bendito sea, son totalmente uno".
De este anhelo grandemente manifestado, es decir, de este amor, está escrito: "Mi alma está sedienta [de Di-s]", como la persona que está sedienta de agua y aún no deriva placer alguno [de ella].
También respecto de este anhelo y este amor oculto dentro de nosotros oramos a Di-s, para que nos ayude a liberarlo de la prisión, de modo que el corazón esté colmado de él solamente y "su esposa rival" no entre a su casa. Más bien, este [anhelo y amor] debe ser la única patrona de la casa, para imponerse a su "esposa rival" y expulsarla al menos del pensamiento, la palabra y la acción de uno. A pesar de que uno no puede expulsarla del todo del propio corazón [de modo que no abrigue deseos foráneos en absoluto], que esté al menos encubierta, en un estado de exilio y servidumbre a la dueña de casa, quien se servirá de ella para sus propias necesidades solamente, tales como comer y beber, como está escrito: "Conócelo [a Di-s] en todos tus caminos".