Ahora bien, en lo que respecta a la totalidad de las diez sefirot [tal como éstas aparecen] en el alma del hombre, es sabido por todos que los atributos emocionales se dividen en siete categorías generales, y cada uno de los atributos particulares en el hombre deriva de uno de estos siete. Porque ellos son la raíz de todos los atributos y su generalidad, a saber: el atributo de jésed ("bondad"), [que es un impulso] para conferir bondad [a todos] sin límite; el atributo de guevurá ("severa limitación y contracción"), [que procura] restringir semejante grado de concesión [ilimitada de jésed], o frenarla del todo [a determinados individuos]; y el atributo de rajamím ("compasión"), [que procura] apiadarse de aquella persona sobre la que la compasión es apropiada [y extender benevolencia también a ella, pese a que podría ser indigna de la misma).

[Rajamím] es el atributo mediador entre guevurá y jésed, el que, [el segundo de estos,] extendería benevolencia a todos, incluso a la persona para la que la compasión no es en absoluto apropiada, dado que de nada carece ni sufre aflicción alguna. Porque es el atributo mediador, es llamado tiferet ("belleza"), por analogía con vestimentas hermosas, las que son teñidas con muchos colores combinados de un modo que resulta en belleza y ornamento. A la vestimenta teñida de un único color, sin embargo, no se le puede aplicar el término tiferet.

Posteriormente, al concretarse la concesión —esto es, en el momento de la concesión propiamente dicha—, es menester deliberar en cuanto a cómo conceder de modo tal que el recipiente pueda absorberlo. Por ejemplo, cuando uno desea transmitir y enseñar un tema intelectual a su hijo: Si se lo contara en su totalidad, tal cual es en su mente propia, el hijo será incapaz de entender y absorber. En cambio, es necesario organizarlo para él en un orden y contexto diferentes, "cada palabra convenientemente dicha", poco a poco. Esta deliberación es llamada nétzaj y hod. Estos son "los riñones que aconsejan" [de manera similar a su contraparte física], y son también [en términos espirituales] los dos testículos que preparan el esperma, que es la gota que procede del cerebro. Es decir, [adaptan] un tema intelectual derivado de la mente del padre de tal modo que éste no emanará sin modificación —o sea, como un concepto muy sutil en su [propio] cerebro e intelecto—, sino que cambiará algo de la sutileza de su inteligencia y se volverá un concepto un tanto menos sutil, de modo que el hijo pueda absorberlo en su mente y entendimiento.

Esto es verdaderamente análogo a la gota seminal que desciende del cerebro; ésta es [extremadamente] tenue y, por medio de los riñones y los dos testículos, se torna realmente concreta y corpórea.

Nétzaj y hod son también llamados "molinos" y "piedras de molino", porque "muelen el maná para los justos". Tal como, a modo de ejemplo, la persona que muele [trigo] con piedras de molino lo desmenuza en partes muy finas, del mismo modo el padre tiene que reducir la idea y tema intelectual que desea transmitir a su hijo y dividirlas en muchas partes, relatándoselas gradualmente, con recursos y discernimiento.

La categoría de nétzaj incluye también el imponerse y mantenerse en pie ante cualquier cosa —interior o exterior— que frene de su hijo la transmisión de influencia o aprendizaje beneficiosos. "Interior" ["cualquier cosa interior.... que frene"] significa resistir firmemente al atributo de guevurá y tzimtzúm en el padre mismo, porque éste despierta contenciones en su voluntad contra su hijo, arguyendo que aquel todavía no es apto para éste [conocimiento profundo]. ([Una nota] en los manuscritos: [Aquí hay una] omisión [en el texto]).

La categoría de iesod es, a modo de ejemplo, el vínculo mediante el cual el padre liga su intelecto al intelecto de su hijo mientras le enseña con amor y buena disposición, pues desea que su hijo entienda. Sin éste [vínculo], aun si el hijo escuchara las mismísimas palabras de boca de su padre [como habla y estudia para sí. En la sagrada escritura del Tzemaj Tzedek —sea su memoria bendición— (en el Di-scurso titulado Ki Iedaatív, secc. 14, donde se cita este párrafo,) estas palabras no figuran], no [las] entendería tan bien como ahora, cuando su padre liga su intelecto a él y le habla cara a cara con amor y deseo, porque desea enormemente que su hijo entienda. Y cuanto más grande sea el deseo y deleite del padre, tanto más grande es la influencia y el aprendizaje, porque entonces el hijo puede absorber más y el padre comunica más [proporcionalmente]. Pues por medio del deseo y deleite, y con una disposición amplia, su propia percepción es enaltecida y amplificada, para que pueda conceder [esclarecimiento] a su hijo y enseñarle. (Esto es paralelo, a modo de metáfora, a [el atributo de iesod en] la esfera de lo concretamente físico, la profusión de esperma que resulta del aumentado deseo y deleite, en razón del cual atrae mucho del cerebro, [su fuente]. Es por eso que los Sabios de la Verdad [los Cabalistas] emplearon la analogía de una unión física, como se explicará).

Ahora bien, estos atributos emocionales son los aspectos externos del alma. Dentro de ellos están investidos los atributos internos, o sea, las facultades de amor y temor, etc. Esto puede compararse al caso de un padre que confiere [esclarecimiento] a su hijo a causa de su amor por él, y contiene su influencia por su miedo y temor, no sea que [su hijo] llegue a tropiezo alguno, Di-s libre.

La fuente y raíz de estos atributos emocionales internos y externos es el JaBaD (jojmá ("sabiduría"), biná ("entendimiento") y dáat ("comprensión")) del alma de la persona, pues las características emocionales de la persona son en proporción a su intelecto.

Esto es empíricamente evidente; con un niño, por ejemplo, cuyo JaBaD está en un estado de pequeñez, todas sus características emocionales se relacionan, asimismo, con cosas insignificantes. También en los adultos, "Conforme su inteligencia es alabado el hombre". Pues la extensión de su amor y benevolencia se corresponde con la extensión de su sabiduría, y todas sus demás características interiores y exteriores tienen, del mismo modo, su fuente en el JaBaD de él. Lo más importante [para el desarrollo de las emociones espirituales] es el dáat de uno, que deriva de la jojmá y biná de uno. Esto es fácilmente observable, pues las diferencias entre las características emocionales de personas diversas se corresponden con las diferencias en sus respectivos grados de dáat.