A continuación de relatarnos la Torá sobre la aniquilación del mundo entero por medio del Diluvio, hace referencia a los sobrevivientes: "y quedó sólo Noaj"1 . A simple vista parecería que la palabra "sólo" está demás, puesto que está claro del texto que solamente Noaj es quien quedó. Rashi explica que la palabra "sólo", que indica una disminución, nos da una señal de que Noaj estuvo minusválido, falto e incompleto, cuando salió del arca.

La primera explicación y la más literal que Rashi cita, es que Noaj quedó solo, solitario, ya que el resto de la humanidad pereció. Luego Rashi cita dos explicaciones del Midrash Agadá2: a) Noaj gemía y escupía sangre por el esfuerzo de los animales y las bestias. b) Se retrasó con la alimentación del león y éste lo mordió. Es decir que, de acuerdo al Midrash, Noaj estaba enfermo (a causa del esfuerzo de los animales y las bestias) o herido (por la agresión de un león) cuando salió del arca.

Al Justo se le Paga en la Tierra

La última explicación, que Noaj fue agredido por el león, requiere aclaración. De entre todos los leones que vivían en la tierra, previo al diluvio, el Altísimo eligió a uno (y a su pareja) para salvarse del diluvio. ¿Cómo es posible que precisamente este león ataque a Noaj por haberse retrasado una vez con la comida? ¿Y por qué merece Noaj que le ocurra esto?

Por ello Rashi prosigue y añade el versículo3: "Sí, al justo se le paga en la Tierra". Cuando el Tzadik, el justo, peca con algo, incluso con el pecado más sutil, se lo castiga por ello en "la tierra", en este mundo, para que no le falte nada de la recompensa que le está guardada en el mundo venidero. Por lo tanto, el hecho de que Noaj fue agredido por el león, en realidad era para su propio bien, puesto que con ello se limpió totalmente, incluso del pecado más sutil de haber retrasado la alimentación del león.

Obstáculos en la Misión

Noaj nos provee con esto de una enseñanza extraordinaria a cada individuo de nuestra generación:

Tal como Noaj fue el único sobreviviente del diluvio, también nuestra generación es el remanente del terrible diluvio que sufrió el pueblo judío en la última generación. Y tal como Noaj recibió una misión especial de Hashem de alimentar y sostener a todas las demás criaturas que estaban en el arca, así también se nos encomendó a nosotros la misión de nutrir de alimento espiritual- del conocimiento de la Torá y de la práctica de los preceptos- al resto de los judíos que pueblan el orbe.

Noaj era un "justo íntegro", tal como la Torá da testimonio de ello. Además tenía el extraordinario mérito de haber sido quien salvó al mundo de la desaparición, y él era el enviado elegido por Hashem para alimentar a todas las criaturas que se encontraban en el arca durante un año entero. Sin embargo, esta misión le causó salir del arca "gimiendo y escupiendo sangre".

Esto nos brinda una lección: a veces uno se encuentra con dificultades y obstáculos al cumplir la misión. A veces hay que enfrentar a que "un león lo mordió"- el cumplimiento de la misión puede golpear a la persona de una u otra forma. En situaciones como esta, está la posibilidad de que uno pierda el ánimo, se desgane y considere dejar de cumplir con su misión de difundir el judaísmo de la Torá. La Torá viene y nos señala que debemos aprender de Noaj, que no abandonó su misión incluso cuando "gemía y escupía sangre" y también cuando "lo mordió un león".

Siempre con Alegría

Puede uno pensar, seguirá con su misión de fortalecer la Torá en su derredor, pero lo hará deprimido y triste. A eso se le dice a uno que cuando uno cumple con la misión de Hashem debe estar inmerso en la más intensa alegría. Cuanto más si uno toma en cuenta- si fuera así el caso- que justamente él tuvo el privilegio de salvarse del "diluvio" de nuestra época cuando muchos otros buenos no se salvaron.

Además debe recordarse que no hay permiso de "retrasar el alimento del prójimo". Las dificultades de la misión debe aceptarlas uno con cariño, pero en lo que respecta al prójimo, debe preocuparse por proveer todo a su debido tiempo, y asegurarse de que no falte nada a un judío, ni material ni espiritualmente.

(Likutei Sijot, Tomo 5, Pág. 47)