En nuestra Parshá aparece la promesa de entregar la Tierra de Israel a los descendientes de Abraham nuestro Patriarca: "a1 tu simiente He de entregar esta tierra." En un principio ésta escrito "He de entregar", en futuro, pero después de que Abraham caminó por la tierra, a su largo y su ancho2, el Altísimo repite Su promesa, pero esta vez de una manera diferente: "A3 tu simiente He entregado esta tierra" "He entregado", en pasado, ya entregué" 4.
Desde ese preciso instante en el que Hashem dijo estas palabras, la Tierra de Israel, que hasta ese momento era "Herencia de pueblos", comenzó a pertenecer, en la práctica, al pueblo de Israel. Incluso durante el tiempo del exilio diásporico se mantiene completamente vigente la promesa de "a tu simiente He entregado la tierra" y con la misma intensidad que antes. Es verdad que "a causa de nuestros pecados hemos exilado de nuestra tierra y nos hemos alejado de nuestro suelo" 5, pero aún así sigue siendo "nuestra tierra" y "nuestro suelo".
Terrenalidad Sagrada
La conjunción de los términos Tierra de Israel presenta, a simple vista, una contradicción. "Tierra" - expresa terrenalidad y materia; "Israel" es el título jerárquico del pueblo judío, que refleja superioridad espiritual y altura (la raíz de este nombre, es como dice la Biblia6, "puesto que superaste a ángeles"). Así también la combinación "Tierra Santa" implica una contradicción conceptual-terrenalidad y santidad.
Sólo que justamente en esto se expresa la función del Pueblo judío - hacer de lo terrenal santidad, y de "Tierra de Canaan" - "Tierra de Israel".
Esta misión también se aplica al fuero interior de cada uno. Se exige de todo judío que "conquiste" su intelecto y emociones así como las actividades naturales necesarias para la propia supervivencia, y las santifique a través de subordinarlas al Servicio Divino. La persona debe lograr que también su vida material y terrenal se santifiquen y se conviertan en parte del Servicio al Creador.
Las Contradicciones del Judío
¿Cómo puede lograrse esto? A simple vista hay aquí una contradicción esencial. Pero la verdad es que el propio judío contiene en su ser esta dicotomía: Di-s declara sobre el pueblo de Israel: "Pues ustedes serán para Mí una tierra deseada" 7:
También aquí vemos los dos extremos unidos: "tierra" es el elemento más elemental y bajo, todos pisan sobre ella; mientras que "deseada" expresa satisfacción, placer y deseo. Nuestro cuerpo material sería la "tierra", mientras que el alma que se encuentra en nuestro fuero interior es la "deseada" - el deseo y placer del Altísimo.
A través de esta interconexión en nuestra persona, entre la santidad más excelsa con la terrenalidad más burda, tenemos la fuerza de elevar la materia a un nivel superior. Y tal como cada hombre tiene la capacidad de subordinar el cuerpo al alma, así también posee la fuerza de poner al mundo material bajo el gobierno de lo sacro.
Debe Buscarse
El Baal Shem Tov8 agrega un enfoque especial a la expresión "Tierra deseada" expresada sobre el pueblo judío: tal como nunca hemos de llegar a evaluar cabalmente los múltiples tesoros naturales que residen en la profundidad del suelo, así tampoco no hay hombre que pueda medir los extraordinarios tesoros escondidos en el corazón del judío. Por fuera se ve "Tierra", pero justamente por eso es ahí donde Di-s escondió los tesoros más fabulosos.
Puede venir un judío y argumentar que él no siente esto y por el contrario ve que la terrenalidad es la que domina el mundo. Nos enseña Abraham el Patriarca, que también cuando "el Canaanita se encontraba entonces en la tierra" 9, es decir cuando la tierra se ve como "tierra de Canaan", no hay que dejarse impresionar por eso, sino debe caminarse por la tierra y manifestar el dominio sobre ella, revelando que en esencia ésta ya es "Tierra de Israel" – "a tu simiente He entregado" - ya He entregado.
(Likutei Sijot tomo 20, Pág. 308)
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