Nuestra Parshá nos relata sobre los ajetreos de Iosef, desde cuando fue sustraído de la casa de sus padres y vendido como esclavo y hasta su ascenso al trono de virrey en Egipto. En realidad, Iosef representa a todo el pueblo judío, como está escrito1 : "(Di-s) dirige cual un rebaño a Iosef (el pueblo judío)". Analicemos entonces sobre lo sucedido con él a lo largo de su vida y veremos cómo todo ello refleja, en el sentido interior de los hechos, los factores esenciales de la vida de cada hombre o mujer judíos.
El Calor Inicial
En un principio, Iosef disfrutó de una permanencia feliz en el hogar de sus padres, en la tierra de Israel. Era el más querido entre los hijos, y como tal se hizo acreedor de un trato preferencial por parte de su padre Iaakov. Iaakov hizo para él una camisa especial, y estudió Torá con él día y noche (el resto de sus hermanos pastoreaban el ganado de su padre y no permanecían mucho tiempo en la casa). Para Iosef ése fue el período de tiempo más feliz, tanto material como espiritualmente.
Ese es el estado en que se encuentra el alma de todo judío previo a su descenso al cuerpo. Está en un nivel que no existe más elevado que él; es esculpida de debajo del Trono Celestial, envuelta en la pureza y el refinamiento, rodeada de la luz y el placer de la Divinidad. ¿Acaso existe mayor felicidad? También a continuación, siendo ya un feto en las entrañas de su madre, sigue sumergido en la felicidad- ahí se le enseña toda la Torá.
La Caída
Pero aquí empalidece la felicidad de Iosef: "Y Iosef fue hecho descender a Egipto" 2 , fue vendido como esclavo, y luego decayó aun más su situación- hasta llegar a convertirse en un preso. También desde lo espiritual su situación empeoró- un joven que fue arrancado de la carpa de la Torá de Iaakov, cayó directamente en pleno Egipto, "la vergüenza de la tierra" 3 , al lugar de la impureza y las difíciles incitaciones Ese era el lugar más bajo en aquella generación. Esa es también la situación en la que se encuentra el alma al llegar a este mundo. Cae repentinamente "de un alto techo a un profundo pozo" 4 . De un estado de luz y santidad al lado del Altísimo, desciende a un cuerpo material, a un mundo de mentira y materialismo. Aquí le esperan al alma enfrentamientos con deseos e instintos, y debe superar pruebas de lo más fuertes y duras. El alma está dolorida, y extraña a su padre, el Altísimo.
La Recompensa del Éxito
Pero finalmente, Iosef se convirtió en el gobernante sobre toda la tierra de Egipto y llegó a un nivel muy superior del que tenía estando al lado de su padre. También en lo que se refiere al espíritu, se elevó fuertemente. Se lo denomina: "Iosef, el piadoso", puesto que superó todas las pruebas de la tierra de la impureza y permaneció íntegro en su piedad y pureza espiritual. Es verdad que "Iosef fue hecho descender a Egipto" (hurad, en el original en hebreo), pero el descenso fue transformado en 'un dominio', en el sentido de lo que dicen los Salmos5 : "Y dominará (=veierd) de un océano a otro". Iosef logró dominar la maldad, y con ello elevarse aun más alto que antes.
Ese es también el objetivo del descenso del alma a mitzraim', a la estrechez y limitaciones impuestas por el cuerpo y este mundo. Ella debe dominar y gobernar al instinto del mal, dominar las seducciones inapropiadas que propone la vida y dirigir y gobernar la vida del cuerpo sólo en consonancia a la voluntad Divina, a la luz de la Torá y sus preceptos. Y entonces cuando supere las pruebas y cumpla las mitzvot, sacará a relucir sus fuerzas ocultas y alcanzará un nivel muy superior del que tenía previo a su descenso al cuerpo.
(Sijá de 19 de Kislev, 5741)
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