Existen historias verídicas de mujeres que llevan una doble vida. Está esa bibliotecóloga, tan seria y discreta, que habla sobre la importancia de la literatura durante el día, y se transforma en una adicta a los reality shows chatarras por la noche. Están los miles de desempleados recientes, que van a entrevistas de trabajo e intentan tener confianza en sí mismos y en sus futuros empleos, cuando la realidad es que éste es un sentimiento imposible de tener en tiempos regidos por una economía tan inestable. Y ¿qué hay de esas pequeñas duplicidades que existen en nuestras vidas, por ejemplo inculcarle a nuestros hijos que deben comer sano, mientras que nosotros apenas tomamos un café por la mañana y salimos disparados a trabajar?

Cualquier tipo de duplicidad es tanto una carga como un talento. Yo llevo una vida de este estilo. Soy una mujer judía que está cruzando la línea entre la creencia y la práctica.

Seamos honestos, sería muy extraño que una mujer se acueste a dormir con una Big Mac entre sus manos, y se despierte con una cocina kasher. Toda transformación es un proceso que se da a lo largo de un tiempo determinado. Para algunos puede llevar años lo que para otro lleva apenas unos meses. Sin embargo, todos tenemos en común esa fase intermedia; ese tiempo en el que, en el fondo de nuestro corazón, sabemos que no debemos comer ese churrasco no-kasher, ¡pero es tan increíblemente tentador!

Esta fase intermedia, es también la época en la que no respetas completamente Shabat, y por eso decidís comprar entradas para tu grupo de música favorito que tocará en la ciudad aunque sea el sábado. Todo el tiempo, esta ida y vuelta se da cuando en lo profundo de tu alma, se confrontan, como en una guerra, aquellas cosas que has venido haciendo desde siempre, con aquellas que te gustaría estar haciendo. ¿Qué se supone que una simple chica debería hacer?

A pesar de que aún no he concluido con mi metamorfosis (y estoy lejos de eso), mi consejo es que aceptes el proceso por el que estás pasando, el cual es muy normal, y que encuentres a alguien con quien puedas hablar de esto. Personalmente, considero que esta es una situación difícil, pero reconfortante a la vez. Aparentemente, lo que en algún momento todos olvidamos, es que todos estamos donde estamos haciendo lo que hacemos, porque eso fue lo que D-os pretendió para nosotros.

El pasado fin de semana, me sentí como si fuera obligada a transitar sobre una muy delgada cuerda floja. Para mí la cuestión no es avanzar o retroceder en ella. Luego de estar aprendiendo muchísimo sobre el judaísmo por más de dos años, y teniendo el apoyo de mi esposo, familia y amigos, simplemente no hay vuelta atrás. Tampoco es eso lo que quiero. En su lugar me surgen interrogantes como ¿dónde caeré? ¿dónde pertenezco? Ésta es la parte difícil. Y es aquí donde aparece la mencionada duplicidad. Aquí estoy, en el fin de semana largo, rebuscándome para conseguir un número de la mikve, mientras busco la dirección de un festival local, donde estoy segura que será imposible conseguir comida kasher.

Al día siguiente, me encuentro a mi misma rezando el Shemá antes de dormir, apenas un par de horas después de haber cenado en una parrilla no kasher. Parecería ser un ciclo interminable, dando un paso para adelante y dos pasos para atrás. Sí, ésta es la parte difícil.

Por más extraño que parezca, debo decir que todo esto es también muy reconfortante. En los momentos en que doy un paso para atrás, y me veo a mi misma arriba de la cuerda floja, noto algo realmente interesante, aún estoy caminando sobre ella. No he caído ni para un lado ni para el otro.

Hay algo que me mantiene equilibrada. Nuevamente, son esas mitzvot. Tú sabes, aquellas cosas que los judíos deben hacer lo más que puedan. Bueno, ¿adivina qué? Jamás nadie podrá quitarte tu mitzvá o alejarte de ella. No me malinterpreten, todos deberíamos esforzarnos por cumplir con la mayor cantidad de mitzvot posibles, pero el hecho de no haber llegado al punto de comer solamente comida kasher todos los días no te impide cumplir con la mitzvá de prender las velas de Shabat.

Yo considero que éste es un factor muy inspirador y siempre que pienso en él me dan ganas de hacer más. Y aunque pueda asustarte por momentos, el simple hecho de estar sobre esa cuerda floja significa que has logrado mucho. Ya no estás en el público. Eres el equilibrista y estás caminando arriba de la cuerda. Esa es la parte reconfortante.

Aunque pueda compartir mis altibajos con algunos de mis amigos, nadie pasa por este proceso exactamente de la misma manera. Ésta es una lucha muy personal, y los detalles quedan únicamente entre tú y D-os. Es problema tuyo tomar la decisión de si querés o no ser un "caminante de cuerdas flojas". ¿Estás listo para renunciar a un concierto un sábado de tarde para ir a pasar Shabat a la casa de un amigo? Quizás tu preparación llega al punto de cambiar todos los pantalones de tu placard por hermosas polleras. O quizás aprendiste que todo esto suena realmente interesante, y que deberías buscarte a alguien con quien poder aprender un poquito más.

Cualquiera sea tu situación, sólo tú sabés hacia qué lado de la cuerda estás inclinado. En cuanto a mí, he estado muy inestable últimamente. Pero la inestabilidad significa progreso, y aunque sea difícil por momentos, sigo esforzándome para conseguir un nuevo equilibrio en mi vida, resistiendo la tentación de caer nuevamente en mis viejos hábitos. Espero que algún día pueda caminar con total confianza, mientras que engrandezco y fortalezco mi compromiso con el judaísmo. Pero aún cuando mi pisada esté lejos de ser segura, trato de disfrutar de cada mitzvá que se me presenta en el camino.