El libro bíblico de Shemot (Éxodo) abre con el versículo1 . "Y estos son los nombres de los hijos de Israel que llegan a Egipto", y a continuación procede la Torá a enumerar los nombres de los hijos de Israel. No es esta la primera vez que el texto los enumera. Ya en el párrafo de Vaigash, e incluso en parshiot anteriores se mencionan a todos los hijos de Iaakov ¿Por qué vuelve el texto a enumerarlos aquí?

En el Midrash se trae al respecto dos explicaciones:

a) Al repetir nuevamente los nombres de los hijos de Israel, la Torá nos quiere indicar que durante todos los años del exilio en Egipto "no cambiaron sus nombres" 2 , y con los mismos nombres que ingresaron a Egipto salieron de ahí.

b) Di-s los iguala a las estrellas, sobre las que está escrito 3 "(Él) cuenta numéricamente a las estrellas, a todas les asigna un nombre". Así también, llama a Israel con sus nombres para expresar con ello su importancia 4 , y con ello da lugar a que se pierdan y desaparezcan por causa del amargo exilio diaspórico. Algo que posee nombre, nunca se pierde5.

Quién Requiere de un Nombre

El Jasidismo explica que el nombre es parte de la esfera exterior de la persona y no pertenece a su aspecto íntimo, no es parte de su esencia. La persona, para sí no necesita de un nombre, el nombre está destinado al otro, para que otro pueda llamarlo y conectarse con él. Es decir el nombre se aplica a la dimensión del alma donde el ajeno tiene acceso. Este es también el versículo de la frase: "el Rey, es con su nombre que ellos se llaman" - es decir, es sólo el nombre del rey el que se expande sobre su país, pero él mismo está abstraído, más allá del pueblo.

En cierta medida, esta es también la situación de las almas de Israel al descender a este mundo terrenal. El nivel del alma que mora y se asienta dentro del cuerpo material, es tan solo como el "nombre" (un reflejo externo) frente a la esencia misma del alma que permanece "arriba". Sólo un reflejo del alma descendió y se invistió en el alma terrenal. La esencia misma del alma quedó "arriba", abrazada y unida al Altísimo.

El Alma es Libre

A eso alude la Torá con las palabras: "y estos son los nombres de los hijos de Israel que llegan a Egipto". El término Egipto, en hebreo es Mitzraim y su raíz es el "meitzar", el apriete y la limitación. Sólo el reflejo del alma, "los nombres", descendió a Egipto, a la angostura y limitación que representa este mundo terrenal, al duro y terrible galut; pero no el alma misma con la totalidad de sus fuerzas.

El alma misma no fue al exilio. Ella no esta limitada por este mundo material y sus perturbaciones. Permanece libre. Por ello está en sus posibilidades nutrir al reflejo del alma que se encuentra en el cuerpo con poderosas fuerzas que le permita no verse influenciada por los obstáculos y las perturbaciones, sino ir en aumento en el apego al Altísimo también en el seno del Exilio (Galut).

No Intimidarse

Con esta fuerza pudieron los judíos pasar por todas las duras vicisitudes del exilio en Egipto y permanecer fieles al judaísmo que heredaron de Abraham, e incluso guardar sus nombres originales. Esta es la relación entre los dos Midrashim citados antes: los hijos de Israel permanecieron leales a sus nombres y a su judaísmo como consecuencia de la fuerza de la esencia del alma que nunca fue al exilio.

Tenemos aquí una enseñanza eterna: Di-s libre que uno se intimide en la observancia de la vida judía, la Torá y sus Mitzvot, frente a las dificultades y los problemas. Di-s libre que uno se desanime. Debemos tener siempre presente que el alma nunca fue al exilio. Ella no se encuentra supeditada a los dictámenes del exilio diaspórico, y ella nos nutre con la fuerza para que ninguna situación dura nos afecte en nuestra integridad espiritual y santidad, que podamos cumplir con la Voluntad Divina, hasta la llegada del Mashíaj, realmente muy pronto.

(Likutei Sijot, tomo 3, Pág. 843)