Tonica Marlow se paró mirando en dirección al hall principal de la sinagoga. No podía despegar su vista del Rabino, y el rollo de la Torá que sostenía entre sus manos mientras se dirigía a la congregación. Se preguntaba constantemente qué es lo que estaba haciendo allí. En más de una oportunidad, se había prometido que no volvería a ese lugar, y sin embargo, allí estaba otra vez, vestida con su hábito de lana marrón, y con su pelo cubierto con una bufanda marrón.
La voz del Rabino resonó por toda la sinagoga, mientras los devotos repitieron tras él: "Shema Israel Ado-nai E-loheinu Adonai Ejad". Aún sabiendo el significado de estas palabras, Tonica se encontró con que también ella estaba murmurándolas. No entendía por qué sus pies seguían conduciéndola a este lugar, pero cuanto más iba, más aumentaban sus deseos de volver a escuchar estas preciosas palabras.
Sólo sabía que su madre había nacido siendo judía, pero después, a la edad de veinticinco, había abandonado su fe judía y se había casado con un gentil. Tonica, la menor de cinco hermanos, había sido criada como no judía. Sin embargo, la pregunta ¿quién soy?, había emergido de lo más profundo de su alma y no la dejaba dormir, la atormentaba, y le robaba su paz mental.
Tonica observó mientras el Rabino guardó con cariño y delicadeza el rollo de la Torá en un armario de madera esculpida, y lo cubrió con una cortina color azul oscuro. Luego se fue apresurada a la facultad de teología, estudiaba para convertirse en una pastora. Pese al apuro, llegó tarde a cumplir con sus responsabilidades, y el director la convocó a su oficina:
"¿Dónde estabas?", le preguntó.
"¿Por qué? Sólo pasé por la sinagoga por unos minutos", dijo.
"¿Qué?", gritó el director. "Te lo recuerdo niña, tú eres gentil. Te prohibo que vuelvas allí".
Tonica retornó a su casa abrumada. Com17 prendía que era gentil, su padre también lo era. Entonces, ¿qué era esa voz que escuchaba, ese interminable deseo que habitaba en su interior? ¿Por qué se sentía tan inclinada hacia los judíos? No podía comprenderlo, y sus sentimientos no le daban respiro.
Una vez de regreso a casa, sus pensamientos la remontaron a otra reunión que había tenido con el director algunos días atrás. La misma había tenido lugar antes de que su tío Sammy, el hermano judío de su madre, confirmara que visitaría la universidad. "Te lo advierto", le dijo en esa oportunidad, "tu tío puede llegar a ofrecerte un pasaje a Israel. Sabés lo que decirle, ¿no?"
¡Qué feliz que estaba cuando finalmente vio a su tío! Sentada en su cuarto, a solas con sus veloces pensamientos, Tonica pensó sobre aquella visita, recordando, sumida en un suspiro de placer, el tiempo que pasaron juntos conversando, mientras caminaban por el jardín.
"Tony," dijo el tío Sammy en una oportunidad, "¿qué estás haciendo aquí dentro de estas enormes paredes y usando esas oscuras ropas? ¿Acaso no sabes que D-os te dio la vida para que la vivas y la disfrutes? Vamos, ¿por qué no te alegras y te ríes un poco?"
Se rió, pero de la ingenuidad de su tío. ¿Qué sabía él? Éste era el camino que había elegido para su vida, un camino de completa dedicación hacia la religión en la cual había sido criada.
"¿Sabés qué, Tony?", le dijo. "Te mandaré un pasaje para que viajes a Israel. Podrás vivir en mi casa como si fueras mi hija. La tía María cuidará de ti (es muy buena cocinera), y serás como uno de mis hijos. Date la oportunidad de saber qué es lo que significa ser judío. Sabés que los judíos te aceptarán como una más, porque tu madre fue judía".
El tío Sammy también habló sobre otras co18 sas. Le contó sobre la mezuzá que los judíos ponían en los marcos de sus puertas, y sobre los milagros que él mismo había presenciado en la armada israelí durante la guerra; intentó conmoverla con historias sobre judíos que vivían en Israel, pero no lo logró. Finalmente se dio vuelta para retirarse.
"Tonica," le dijo desde el portón. Pedime cualquier cosa que quieras y te la enviaré.
"Mandáme una mezuzá," le contestó. Acorde con estas palabras, la mezuzá llegó diez días después. Tonica le tenía mucho aprecio a su mezuzá, y siempre la tenía a su lado, escondida en su mesita de luz.
Una vez más, mientras estaba sentada en su cuarto e inmersa en sus pensamientos, la pregunta la volvió a provocar. "¿Quién soy, realmente?" se preguntó a sí misma por millonésima vez. ¿Era Tonica una judía tal como había afirmado el tío Sammy, o una gentil como le habían enseñado a creer? Hubiera dado cualquier cosa para recuperar esa claridad que tanto ansiaba. La desesperación tenía atrapada a su mente; debía detener la confusión que revoloteaba en su interior.
Repentinamente, en algún lugar fuera de su cuarto, una puerta se cerró, y unos sigilosos pasos atravesaron el corredor; una fría brisa se coló por la ventana, y erizó sus cabellos. Su cabeza vibró.
Tonica elevó su Mirada hacia el cielo, y silenciosamente pidió: "por el D-os de Abraham, Isaac y Jacob. Por favor escúchenme y condúzcanme hacia cualquiera que sea la verdad".
El tiempo pasó, y Tonica encontró un folleto impreso por Jabad. Aunque las palabras escritas en hebreo le eran totalmente desconocidas, se alegró mucho de encontrárselo. Luego, se le ocurrió escribir una carta a la dirección que encontró en el borde inferior.
No sé si soy judía o no. Escribió. Lo único que sé es que mi madre era judía. No tuve ningún tipo de educación judía, pero me topé con este folleto.
La carta fue contestada, y Tonica fue contactada por un Rabino con quien coordinó una hora y un lugar donde encontrarse. Luego de enterarse de que Tonica estaba enviándose cartas con el Rabino, el director se puso furioso:
"Te advierto, niña, estás jugando con fuego. Déjalo en paz," le dijo. "Si estás tan seguro de que éste es el camino correcto, ¿qué te pone tan nervioso?", le preguntó Tonica.
"Le haré al Rabino algunas preguntas tontas y regresaré…"
"Algo está pasando dentro de tu alma, niña, y simplemente no puedo descifrar qué es," le dijo el director.
Pese a esto, Tonica siguió adelante con su plan de encontrarse con el Rabino.
"Debes ir a pasar dos semanas con una familia judía ortodoxa en Londres," sugirió el Rabino. "Te lo debes".
"¿Dos semanas?" Estaba incrédula. "Date la oportunidad de descubrir el Shabat, la vida judía pasa más por la casa que por la sinagoga".
"¿Acaso no sabes lo difícil que fue conseguir media hora para poder hablar contigo? ¿Cómo hago para irme dos semanas?"
"¿No tenés vacaciones?"
"No."
"¿No podés tener un momento de locura?"
"¡¿Momento de locura?! Yo no soy así."
"Pensálo."
"No puedo," lloró exasperada.
"Tomátelo con calma," dijo el Rabino tiernamente. "No tenés que estar triste. Te prometo que no te voy a dejar en la calle. Si esta universidad no te acepta nuevamente, yo te encontraré una nueva."
Pero Tonica estaba sumida en una profunda duda e incertidumbre. Con veinticinco años cumplidos, ¿cómo podía deshacerse de una vida en la cual había invertido tanto tiempo, dedicación y sentimientos? ¿Cómo iba a transformar totalmente su vida, cuando no sabía para qué?
Su confusión interna no le daba respiro. Estaba agobiada por una profunda sensación de vacío, se sentía terriblemente mal, todo esto sumado a una enorme tristeza para la cual no encontraba una explicación.
Un sábado por la mañana, en el que supuestamente Tonica iba a predicar el sermón, repentinamente descubrió que, dentro suyo, tenía una reserva de fuerzas con la cual no contaba. Enseguida supo que no podía hacerlo. "Me iré," se dijo a si misma, "tiene que ser ahora. Me voy a encontrar al Único y verdadero D-os," repitió una y otra vez. "Si tengo que dormir en una alcantarilla, lo haré. Si tengo que hacer alguna tarea servil, la haré; pero encontraré a D-os y a la verdad." Y con estas palabras se retiró por última vez de la facultad de teología.
Hoy en día Tonica, más conocida como Tova Mordejai, vive en Tzfat, Israel, con su esposo y sus cinco hijos. Tova cuenta que, hace algunos años, cuando su madre estaba acostada en la sala de operaciones a punto de someterse a una cirugía con alto riesgo de vida, un llanto desesperado surgió de lo profundo de su alma, "Shemá Israel Adonai E-loheinu Adonai Ejad."
A lo largo de los tiempos, el "Shemá Israel" siempre estuvo en los labios de los judíos. Ésta es la primera tefilá que se le enseña a los niños, la palabra clave que utilizaban los judíos para presentarse entre ellos en los peores tiempos, y la oración pronunciada por millones de judíos que murieron en pos de la santificación del nombre de D-os. Es la máxima demostración de nuestra fe en D-os.
Fue el Shemá Israel de dentro de la mezuzá que el tío Sammy le envió a Tonica. Fue el Shemá Israel que despertó a su Idishe Neshamá (alma judía) cuando entró por primera vez a una sinagoga. Era la respuesta a la pregunta que había estado revoloteando dentro del alma de Tova a lo largo de toda su juventud.
Shemá Israel Ado-nai E-loheinu Ado-nai Ejad
"Esucha, o Israel, D-os es nuestro D-os, D-os es uno".
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