El Rabino Halperin estaba sentado en un autobús viajando desde Toronto a Nueva York, cuando el judío que viajaba a su lado, un Jasid de Pope (un grupo de jasidim de Hungría), le contó una historia acerca de otro Jasid de Pope...

El relato empieza cuando el otro Jasid era un muchacho joven.

Era una fuente de placer para sus padres; amaba la Torá. Cuando los otros niños estaban jugando, su único interés era aprender y aprender. No sólo eso, sino que entendía y recordaba todo lo que leía y oía con facilidad, y su mente era tan afilada que incluso los problemas Talmúdicos más difíciles no eran un desafío para él.

Al poco tiempo había superado a todos sus compañeros de clase, y a todos los alumnos de la escuela. Incluso sus maestros tenían problema en mantenerlo entretenido.

Pero a medida que crecía académicamente, entre las alabanzas de sus padres y maestros, le faltaba un rasgo fundamental; humildad. No sentía que debía ser humilde ante alguien, y las personas decían de él que estaba conquistando la Torá y olvidaba al "Dador" de la Torá.

Era un joven eficaz e inquisitivo, y aunque sus padres intentaron mantenerlo alejado de influencias negativas, no podían impedirle investigar. Así encontró nuevos "amigos" y descubrió el mundo ilustrado, vacío del conocimiento de la Torá. La filosofía, la Política, el Arte, la Literatura. Era todo tan nuevo para él, y lo tomó como un pez en el agua.

Era un mundo de acción y resultados, libertad y excitación sin un Di-s invisible que dice qué hacer. Nuevos horizontes se abrieron ante él con nuevos desafíos, nuevas experiencias, y lo más importante... nuevos admiradores.

En cuanto sus padres notaron lo que estaba pasando, trataron de actuar. Probaron reclamando su lealtad a Di-s, al pueblo judío, a su familia, pero no funcionó. Trajeron Rabinos para hablarle. Primero, Rabinos locales, después más grandes y famosos, pero el joven se rió de ellos.

Se había vuelto un genio de sangre fría, y por cada una de sus preguntas, él les preguntaba cinco que ellos no podían responder.

Al poco tiempo dejó su casa, fue a vivir con sus amigos intelectuales, cortando todo contacto con su vieja vida, y se enroló en una universidad local dónde tuvo éxito más allá de lo esperado.

Después de un año, todos los profesores se impresionaron con su progreso, y lo recomendaron a la Universidad de Sorbonne en París - la mejor del mundo en ese momento. En menos de un mes fue aceptado con una beca completa. Una semana después estaba en Francia, había alquilado un cuarto, y se anotó en la Universidad, y caminaba vivamente, cabeza en alto, pelo largo y rizado, a su primera clase.

¡Ahora era verdaderamente libre! Ya no era más un judío. Ahora era parte de la humanidad. La galería Universitaria, decorada con sus techos arqueados y pinturas exquisitas y murales, hizo eco de sus pensamientos.

De repente, sintió que alguien estaba mirándolo fijamente a la distancia.

A través de la muchedumbre de estudiantes vio a un hombre joven judío, barbado, sombrero sobre la cabeza que venía hacia él. Intentó rechazarlo y seguir caminando, pero fue en vano.

Se encontraron cara a cara. El judío que lo confrontó, lo miró profundamente en sus ojos y dijo:

"¿Has colocado hoy Tefilín?"

¡Estaba aturdido! ¿Cómo supo que era judío? El extraño puso su mano suavemente en su hombro y continuó: "No hay problema, puse Tefilín a muchos judíos, y puedo colocártelos a ti también. Ven, sólo tomará unos minutos"

Por alguna razón, él no se resistió cuando el extraño lo puso a un costado y sacó un par de Tefilín de su cartera.

Pero ése no es el fin de la historia. Todos los días durante varios meses este judío misterioso vino a su cuarto con los Tefilín, hasta que el muchacho retornó a su identidad judía, contactó a sus padres y les pidió que le enviaran sus Tefilín.

El extraño no era otro que Rabí Menajem Mendl Shneerson, el futuro Rebe de Lubavitch, cuando estaba estudiando en la Sorbonne. Hoy ese hombre joven tiene sesenta años, y es uno de los pilares de la comunidad de Pope.