La vida está llena de sorpresas. Fiestas de cumpleaños sorpresa, regalos y visitantes hacen la vida colorida e interesante.

Y luego hay otro tipo de sorpresas que la vida arroja en nuestro camino. Un conductor que de pronto se desvía de su carril, una factura de servicios públicos escandalosa, o un comentario crítico inesperado de su cónyuge puede causar que nuestra presión arterial suba a las nubes y provocar respuestas airadas.

Nuestros sabios nos enseñan que el verdadero carácter de un individuo se manifiesta en tres formas: su actitud hacia el dinero, cuando bebe, y en momentos de ira (bekiso, bekoso, bekaso). La ira es una emoción humana, pero aprender cómo tratar con ella de la manera correcta es vital. Los seres humanos, creados a imagen de Di-s, tienen la capacidad de elegir cómo reaccionar cuando se pulsan los botones. Algunos de nosotros, sin embargo, encontramos más difícil controlar nuestra ira que otros.

Las emociones viajan a una velocidad más rápida que el intelecto. Por lo tanto, si queremos que la emoción y el intelecto se encuentren, el intelecto debe comenzar primero el viaje.

Si una persona está preparada para un desafío antes que se plantee, tendrá las herramientas para lidiar con eso. Pero, ¿cómo puede uno hacer frente a una situación antes de que suceda?

Al ir por la vida, adoptamos patrones diferentes para reaccionar ante la discrepancia entre las expectativas y lo que realmente recibimos. Estas reacciones pueden incluir ira, ansiedad, aislamiento, culpa o cualquier cantidad de respuestas emocionales automáticas. Al volvernos más conscientes de nuestros patrones habituales, podemos tomar el control de ellos y adoptar una actitud proactiva en lugar de reactiva a estos estímulos. Si somos conscientes de un cierto patrón recurrente de lo que desencadena nuestra respuesta emocional, podemos tener la capacidad de respuesta mediante la visualización de la situación de antemano y utilizar nuestra inteligencia para tratar con ella de una manera positiva.

Los discípulos de Rabí Israel Meir Kagan, —conocido como el Jafetz Jaim —compartieron un interesante incidente que les ocurrió con el rabino. Estos discípulos notaron que frecuentemente el Jafetz Jaim entraba en la sinagoga, abría el Arca Santa y oraba. Una noche, se escondieron debajo de un banco en la sinagoga, y esperaron en silencio que apareciera el Jafetz Jaim, de modo que pudieran escuchar de qué trataban sus plegarias.

Imaginen su sorpresa cuando escucharon al Jafetz Jaim suplicar, "Señor del Universo, ayúdame a superar mi enojo. Ayúdame, ayúdame".

En sus últimos años, el Jafetz Jaim viajó por toda Europa para vender los libros sagrados de su autoría. Una vez, entre la oración de la tarde y la de la noche, un hombre joven se acercó al rabino y le preguntó si podía darle cuatro rublos a cambio de un billete de cinco rublos.

"¿Por qué?" Preguntó el Jafetz Jaim.

"Verá" respondió el hombre "Mientras estaba orando Tomé uno de sus libros, y ahora me gustaría pagar por ello".

"No sé, yo no estaba aquí" respondió el rabino. "No puedo tomar dinero dudoso".

"La verdad es que nunca tomé el libro, pero como yo quería obsequiarle algo de dinero, pensé que esta era una buena forma".

"No puedo aceptar regalos 'Quien odia los regalos vivirá mucho', dice el libro de Proverbios. Pero si usted lo desea, puede dar una donación para la Ieshiva".

"Eso está bien. Pero no tengo demasiado. He aquí un billete de cinco rublos, si usted me puede dar cuatro rublos de cambio, le daré un rublo".

El Jafetz Jaim abrió la caja fuerte donde guardaba todo su dinero. De repente, el hombre se apoderó de la caja y se fue con ella.

Dentro de la caja había cuatrocientos rublos que el Jafetz Jaim había logrado reunir a fin de publicar la próxima edición de su obra magna, la Mishna Berura.

Los espectadores comenzaron a perseguir al ladrón, pero el Jafetz Jaim los detuvo. "Déjenlo en paz. Tal vez tiene una hija que necesita casar".

La historia es conmovedora, ya que retrata el Ahavat Israel del rabino, su bondad hacia otro judío, y cómo él juzgaba favorablemente a los demás. Pero más allá de eso, tengan en cuenta el nivel de tranquilidad que el Jafetz Jaim había logrado. El mismo rabino, que en sus primeros años suplicó a Di-s para que lo ayudara a superar su rasgo natural de la ira, ante la completa sorpresa de perder todos los ahorros de su vida, ¡no perdió a si mismo ni por un minuto!

Cinco consejos para manejar su ira:

Mantenga una perspectiva orientada a la solución. Rabí Simja Wasserman decía: Usted puede enojarse o puede solucionar el problema, pero no puede hacer ambas cosas.

El santo Arizal dijo que cuando una persona está enojada, él debe ver a un niño pequeño y lo calmará.

Si no puede reprimir su enojo, al menos retrase su expresión. No reaccione de inmediato. El Alter de Kelm solía tener una capa especial que él llamaba su "vestimenta de la ira". Cada vez que estaba enojado iba al armario para ponerse esta prenda. Para ese momento ya se había calmado.

Después que estalle la tormenta, exprese sus sentimientos de una manera sana, no conflictiva. Continuar con el enojo nunca ayuda a nadie.

Tómese un tiempo de tranquilidad para usted mismo, a intervalos regulares. Vaya a nadar, caminar, leer un libro. El silencio es la condición bajo la que mejor funciona el intelecto. Si nuestras acciones y reacciones tienen su origen en el intelecto, es importante hacer de los momentos de calma una parte de nuestra vida cotidiana.