Rabí Mordejai Eliahu, de justa memoria —quien más tarde se desempeñaría como el Gran Rabino Sefardí de Israel —fue el rabino más joven del rabinato israelí, cuando a la edad de 28 se unió a la corte rabínica de la ciudad de Beer Sheba. Incluso a esa edad era conocido por ser un estudiante brillante que se destacaba por su cuidado y atención personal a las necesidades de todos los que se le acercaban.
Poco tiempo después de que fuera nombrado en su cargo, vio una mujer sentada frente a las oficinas del rabinato recitando Salmos, con lágrimas en los ojos. Esto se repitió durante días, cerrando su Libro de los Salmos sólo cuando las oficinas del rabinato cerraban sus puertas.
Su curiosidad e interés se despertaron, un día, el joven rabino le pidió a su asistente que llamara a la mujer a su oficina.
"Dígame que está haciendo aquí" le preguntó Rabí Eliahu suavemente una vez que ella se presentó ante él. "¿Cómo podemos ayudarle?"
Ella respondió con un claro acento marroquí: "Me acabo de mudar a Israel desde Marruecos El gobierno me instaló en esta ciudad, e inmediatamente busqué al rabino local".
"En Marruecos, mi marido era un taxista. Diez días después de nuestro matrimonio viajó de una ciudad a otra y nunca he oído de él. Dicen que murió en un accidente, sin embargo, no pude encontrar su cuerpo, sólo el coche destrozado".
"Nunca encontraron su cuerpo o los que lo enterraron, y me dijeron que no puedo volver a casarme a menos que alguien demuestra que él o ella realmente vieron el cadáver.
"Ahora que estoy en Israel, pensé que en Marruecos nadie me podía ayudar, pero tal vez aquí un rabino me podía ayudar y me permite volver a casarme.
"Desde entonces, he estado orando aquí."
El rabino le preguntó: "Pero, ¿por qué no entró a las oficinas para hablar con nosotros?"
"¿Quiénes son ustedes?" Respondió la mujer sefardí, " no son más que mensajeros. Estoy orando a Di-s, el Creador del mundo. ¡Él decidirá si debe casarse o no!"
Rabí Eliahu, admirando la fe fuerte de la mujer, viajó a Netivot, al Rabí Israel Abuhatzeira, el justo y famoso sabio sefardí (conocido como el "Baba Sali"), que procedía de Marruecos, para ver si tenía alguna idea a quién acudir.
El sabio le dijo que él debía estar en contacto con su hermano, el "Baba Jaki". "Él conoce a todo el mundo, él le dirá quien estaba a cargo de los entierros en ese momento en esa ciudad" dijo.
Rabí Eliahu tomó un taxi desde Netivot a Ramla, donde residía la Baba Jaki. El sabio de Ramla le dijo que los sepultureros en esa ciudad se trasladaron a Israel ocho meses antes, "uno vive en Kiriat Ata y otro vive en Dimona". Él dio a Rabí Eliahu las direcciones exactas de ambos.
El rabino se dirigió a la más cercana de las dos ciudades, Dimona. A su llegada a la casa del sepulturero, había una nota en la puerta diciendo que el padre de la casa —el sepulturero —acababa de fallecer. Rabí Eliahu llegó justo a tiempo para los servicios de oración de la tarde. Se unió a los servicios y luego compartió algunas palabras de consuelo con la familia.
En la esperanza de que alguien sería capaz de darle una pista para ayudarle en su empresa, narró la historia de la mujer.
Cuando él contó la historia con el taxi, y mencionó el nombre del difunto, un anciano, vestido con ropa tradicional marroquí, se levantó en la esquina de la habitación. "Yo soy uno de los sepultureros que enterró el taxista. El segundo acaba de morir y estoy aquí en su casa para consolar a su familia..."
El rabino de inmediato reunió a otros dos, creando un pequeño tribunal rabínico, y tomó el testimonio de este hombre. Al día siguiente, Rabí Eliahu entregó una carta a la mujer, le permitía volver a casarse.
Relatando a sus colegas jueces en la corte rabínica de Beer Sheba lo que había sucedido el día anterior, Rabí Eliahu exclamó: "Este es el poder de una oración que viene de un corazón sincero".
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