La relación entre los judíos y Di-s y Sus mandamientos ha sido siempre alegre, jubilosa y festiva por naturaleza. "Servid a Di-s con alegría; venid ante El con cántico", es un principio fundamental del judaísmo. Servir a Di-s con regocijo y gozo es particularmente afín con los días de Shabat y las Festividades judías. El primero se regocija en la santidad de la Creación como un todo; el segundo se regocija en los milagros singulares que Di-s realizó para con el pueblo judío, tal como los milagros relacionados con las Festividades de Pesaj y Purím.

El Shabat es observado por el pueblo judío a fin de deleitarse en el hecho de que la Creación, o la naturaleza, es esencialmente santa y Divina, y llegar a ser más totalmente consciente de ello. De hecho, el mismo término "naturaleza" lleva al error — no hay nada "natural" en la naturaleza; a fin de que la "naturaleza" exista, Di-s debe "en Su bondad, renovar cada día, continuamente, la obra de la Creación" (Liturgia). La Creación es, así, un acto enteramente sobrenatural —un milagro Divino, si se quiere— que por conveniencia es denonimado "naturaleza" en razón de su invariable y constante repetitividad. Pero si la Creación misma es milagrosa, ¿cuál es, entonces, la diferencia entre la naturaleza y los milagros? ¿Por qué se considera natural la Creación y se la conmemora con el Shabat, mientras que otros sucesos son considerados milagrosos y celebrados con festejos especiales tales como Pesaj y Purím?

Aunque el acto de creación sea repetitivo, no lo trataríamos de la manera mundana como lo hacemos de no ser por el hecho de que Di-s deseó que la Divinidad inherente en la naturaleza existiera de una manera sumergida y oculta. Así, "naturaleza" se refiere a un fenómeno —la Creación— que fue creado específicamente por Di-s con la intención de ocultar a su Creador.
Los milagros, por otra parte, son actos de Di-s que rompen los límites y las restricciones de la naturaleza y dejan abundantemente en claro para todos que está involucrada la mano de Di-s. Tales fueron los milagros que condujeron a la Festividad de Pesaj: la Divinidad estaba tan prominentemente revelada que ocasionó que el mismísimo Faraón que anteriormente había negado la existencia de Di-s proclamara: "Di-s es justo, y yo y mi pueblo somos malvados".

Así, la conducción natural y la conducción milagrosa del mundo son aparentemente antitéticas: la naturaleza es un acto de ocultamiento Divino, en tanto que los milagros son actos de revelación Divina. Aparentemente, lo natural y lo sobrenatural no pueden co-existir; cuando la Divinidad está en un estado de revelación, obviamente no está en uno de ocultamiento. Viceversa, cuando —actuando a través del vehículo de la naturaleza— Di-s expresa Su deseo de ocultarse del hombre, obviamente no está por manifestarse de una manera revelada.
¿Qué hacemos, entonces, con el milagro de Purím, un suceso que indudablemente combinó lo natural y lo sobrenatural, lo ordinario y lo milagroso?

Superficialmente, la historia de Purím tal como se relata en el Rollo de Ester, consiste en un número de eventos que, cada uno de ellos, al ser mirado individualmente, parece ser enteramente natural: El Rey Ajashverosh —Asuero--, en un ebrio arranque de enfado, se libra de su reina y encuentra una nueva en la persona de Ester, quien, cosa que él no sabe, es judía. Hamán, un rabioso antisemita que desprecia a los judíos y busca destruirlos, recibe la autorización del rey para hacerlo. Mordejái, pariente de Ester y líder del pueblo judío, informa a Ester de la perversa maquinación de Hamán y le implora que se haga cargo del caso de los judíos ante el rey. Ester lo hace. Hamán es colgado. El desastre es neutralizado.

Cada uno de los mencionados sucesos, visto individualmente, no parece para nada fuera de lo ordinario. El antisemitismo y el deseo de aniquilar —Di-s libre— al pueblo judío no comienza ni termina con Hamán. Que un rey en un ebrio furor se deshaga de su esposa no es una rareza. Que una reina judía deba implorar a su esposo que anule un devastador decreto contra ella misma y su pueblo es bastante natural. Sin embargo, cuando estos sucesos son tomados como un entero y particularmente cuando se presta atención a la notable cadena de sucesos narrados en forma detallada en el Rollo de Ester, la obra de Di-s en producir el milagro de Purím es claramente evidente.

Pero, ¿cómo reconciliamos la yuxtaposición de lo natural que sirve para ocultar el papel de Di-s en los eventos que rodean a Purím, con los aspectos milagrosos de Purím cuyo propósito es revelar Divinidad? ¿No son ambos mutuamente excluyentes?

La filosofía jasídica explica que en verdad hay dos clases de milagros, aquellos que trascienden totalmente los límites de la naturaleza y aquellos que se invisten dentro de la naturaleza. Cada tipo de milagro sirve un propósito particular, y de los dos el milagro investido dentro de la naturaleza es el más elevado. Mientras que el primer modo de milagro choca con la naturaleza y la niega, la forma más alta de milagros no encuentra razón para suprimir y abrogar la naturaleza en absoluto.

La primera categoría de milagros —por ejemplo, los milagros que rodean a la Festividad de Pesaj— sirve para demostrar que Di-s no está para nada atado a la naturaleza, el ocultamiento, o la finitud; El trasciende estos límites. Los milagros de este orden son una manifestación de revelación Divina libre del ocultamiento y la finitud.

La segunda clase de milagros —tal como el milagro de Purím— sirve para demostrar algo de magnitud aún mayor: no solamente Di-s no está atado al ocultamiento y la finitud, sino que tampoco está limitado ni atado por la revelación, siquiera un grado ilimitado e infinito de revelación. Más bien, El eclipsa y trasciende de tal manera a ambos, el estado de ocultamiento así como el de revelación, que ambos equidistan de El, y ambos son totalmente insignificantes en relación a El. El, por lo tanto, puede combinar lo natural y lo supernatural, el ocultamiento y la revelación, a gusto.
Así, mientras que el milagro de Pesaj —trascender los límites de la naturaleza— fue un milagro incontrovertible, el milagro de Purím, trascendiendo tal como lo hizo todas las limitaciones, tanto la natural como la supernatural, puede legítimamente considerarse un "milagro de milagros".

Nuestros Sabios nos informan que el pueblo judío mereció el "milagro de milagros" de Purím a causa de su férreo autosacrificio espiritual por Di-s y Su Torá y mitzvot durante todo el año que Hamán los amenazó con la extinción. Este modo de servicio mereció una respuesta Divina al estilo de "milagro de milagros" porque el servicio a Di.s mediante la disposición al autosacrificio llega a un nivel tan sublime que transforma la naturaleza misma en un vehículo de Divinidad. La naturaleza misma se vuelve entonces tan permeada de Divinidad que es armonizada y concuerda con lo milagroso. Por consiguiente, la naturaleza misma se vuelve un receptáculo apto para el "milagro de milagros" de Purím.

Una de las lecciones prácticas de Purím es que si bien incluso un grado limitado de servicio espiritual logra resultados positivos, servir a Di-s de una manera totalmente alegre y con autosacrificio produce resultados infinitamente mayores. Los judíos durante la época del milagro de Purím no se contentaron con meramente servir a Di-s al grado de merecer un milagro, sino que, en cambio, insistieron en servirlo con total autosacrificio. Esto resultó en el "milagro de milagros" de Purím. Nosotros, también, debemos esforzarnos en hacer lo mejor que podamos como judíos, aun cuando implique una substancial medida de autosacrificio. Purím nos enseña que los resultados bien valdrán nuestros esfuerzos.