Siendo uno de aquellos que luchan con “su pancita” desde que puedo recordar, mis oídos se animan cuando escuchan diferentes planes de dietas. Una píldora mágica; una bebida súper deliciosa y nutritiva, basada en hierbas, o una barra energética que te dejará saciado, revitalizado, y muchos kilos más delgado; un plan radical que te deja comer todo lo que quieras a excepción de carbohidratos/ proteínas/ azúcar/ grasas, etc.
Por mucho que me gustaría adelgazar unos kilos, nunca me he tomado ninguna de estas ideas en serio. Tengo mucho miedo de los efectos secundarios que puedan llegar a tener esas píldoras u otras pociones.
Y con respecto a esas dietas mágicas que he mencionado antes, incluso si funcionan me privan de mis elementos nutritivos necesarios de mi dieta, sé que son insostenibles. No voy a estar toda mi vida comiendo solo sandías y guindas antes del almuerzo. Sé que el pan, la carne, y los lácteos siempre serán parte de mi dieta diaria. Así que ¿Cuál es el punto de eliminarlos temporalmente de mi dieta?
Mi doctor me dijo que el concepto detrás de perder peso es simple. Es un tema de tener disciplina y no consumir más calorías que las que el cuerpo quema. Así que, si quiero perder peso de manera sostenible, tengo tres opciones. A) Comer menos (pero no a llegar a un extremo). B) Hacer más ejercicio. C) Una combinación de A y B.
El ejercicio espiritual está basado más o menos en el mismo principio. Consumimos y quemamos. La clave para mantener un psiquis sano es un balance correcto de los dos.
Nosotros disfrutamos de la comida, de dormir, entretenernos, del dinero, de la diversión, y muchas otras cosas mundanas. Pero no queremos que el materialismo que ingerimos nos deje con una barriga espiritual, insensibles en temas del espíritu. Así que precisamos quemarlo todo. Esto se consigue convirtiendo todo lo arriba mencionado en energía espiritual.
Dormimos para poder tener la mente descansada para estudiar Torá. Comemos para tener energía y ayudar a un compañero necesitado. Vamos a trabajar para poder ganar dinero para vivir, y vivimos para poder servir a Nuestro Creador. Lo que sea que hagamos tiene un propósito más elevado. Cualquier cosa (permitida por la Torá) que energiza nuestro servicio a Di-s es “quemado”, o sea, elevado, junto con el servicio actual, sin residuos espirituales.
Ahora, en el mercado puedes encontrar una variedad de dietas espirituales, métodos que claman que estarás espiritualmente balanceado.
Algunos claman ofrecer una píldora mágica. Una clase semanal de misticismo, una meditación o ejercicio diario… y estarás hecho, sin importar todo el materialismo que consumas.
Otros te dirán que cortes largas franjas de consumo materialista de tu vida. Permanece célibe, únete a un monasterio en Nepal, no hables con nadie.
Así que permítanme parafrasear la recomendación de mi doctor:
Una dieta sana espiritual no requiere ningún ascetismo insostenible. Pero para permanecer espiritualmente sano, precisamos quemar tanto como lo que consumimos, para encontrar el potencial Divino en todo lo que hacemos.
Se necesita cierta creatividad. Pero es la clave para una vida larga y sana espiritualmente.
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