Rabi Iehudá, Rabi Iose, y Rabi Shimón estaban sentados, y Iehudá ben Guerim estaba sentado cerca de ellos.

Rabi Iehudá abrió la conversación, observando: “¡Qué admirables son las obras de esta gente (los romanos)! Han hecho calles, han construido puentes, han establecido casas de baños.”

Rabi Iose quedó en silencio. Rabi Shimón bar Iojai respondió: “Todo lo que han hecho, lo hicieron para su propio beneficio. Construyeron mercados para prostitutas; casas de baños para embellecer sus cuerpos; puentes para cobrar peajes.”

Iehudá ben Gerim fue y relato sus palabras, que llegaron hasta el gobierno. Decretaron: “Iehudá que nos exaltó, será elevado. Iose, que se quedó callado, será exiliado a Tzipori; Shimón que nos denigró, será ejecutado.”

Rabí Shimón y su hijo huyeron y se escondieron en una casa de estudios, y su esposa les llevaba pan y un jarro de agua, y comían. Cuando el decreto se intensificó, fueron y se ocultaron en una cueva.

Ocurrió un milagro y un algarrobo y una fuente de agua fueron creados para ellos. Solían sacarse sus ropas y sentarse cubiertos de arena hasta la nuca. Estudiaban todo el día; y cuando era la hora de las plegarias se vestían, para que sus ropas no se desgastaran. Vivieron doce años en la cueva.

Un día, vino el profeta Eliahu, se paró en la entrada de la cueva y exclamó: “¿Quién le informará al hijo de Iojai que el emperador ha muerto y el decreto ha sido anulado?”. Salieron de la cueva.

Al ver a un hombre arando y sembrando, dijeron: “¡Abandonan la vida eterna y se ocupan de vida temporal!” Todo lugar donde ponían sus ojos era inmediatamente quemado.

Salió una voz celestial y dijo: “¿Han salido para destruir Mi mundo? ¡Regresen a su cueva!”

Por lo que volvieron y vivieron allí otros doce meses, diciendo: “El castigo para los malvados en el infierno se limita a doce meses.” Una voz del cielo salió y dijo: “¡Salgan de su cueva!”.

Salieron y ahora todo lugar que Rabi Eleazar había dañado, Rabí Shimon lo curaba. Le dijo Rabí Shimon a su hijo: “¡Hijo mio! Tu y yo somos suficientes para el mundo”

En la víspera de Shabat antes del anochecer vieron a un anciano sujetando dos atados de mirto corriendo al atardecer. “¿Para qué son esos?” le preguntaron. “Son en honor al Shabat,” respondió. “Pero, ¿no te bastaría con uno?” le preguntaron. “Uno es por ‘Recuerda’ [el día de Shabat] (Éxodo, 20:8) y otro es por ‘Guarda’ [el día de Shabat], (Deuteronomio, 5:12).”

Le dijo Rabi Shimon a su hijo: “Mira cuán preciadas son las mitzvot para el pueblo de Israel”. Con esto sus mentes se calmaron.

Talmud Shabat 33.b