El otro día, tuve una conversación alucinante con mis hijas. En realidad yo no era parte de ella. Han llegado a la edad en la que tienen sus propias conversaciones y no necesitan ni les importa que yo participe de ellas. Afortunadamente, si sucede que estamos en el mismo cuarto, y especialmente si estoy en el proceso de hacer algo por ellas, se me permite escuchar.
Así que ahí estábamos, en la cocina con una amiga mía que realmente no sabe mucho acerca del judaísmo. Está empezando a aprender y está abierta, cálida y respetuosa de todo y está comenzando a hacer preguntas. No estoy segura de cómo salió la conversación exactamente, pero algo surgió sobre si mis hijas estaban celosas o no de no ser varones, porque los varones parecen tener muchas más cosas que hacer en el mundo judío. Ahora, para ponerlo en contexto, nuestra familia consiste de tres hijas y un hijo, así que agréguele mamá y papá, y eso hace un “cuatro a dos”, a favor de las mujeres. Así que la nuestra es una casa muy dominada por las mujeres, y mis hijas nunca se han cuestionado ni por un segundo cuál es el sexo más fuerte. Nunca ha sido una pregunta dado que, debido a su ambiente, es muy claro que lo son las mujeres. Esto es así hasta el punto que mi pobre hijo ha preguntado por qué no tuvo la suerte de nacer mujer.
Pero dejando las cosas banales de lado, mis hijas estaban teniendo una conversación sincera con mi amiga sobre el rol de la mujer en el judaísmo, y ver las cosas a través de sus ojos era algo increíble. La conversación comenzó sobre el ir a la sinagoga en Shabat. Ahora, siendo que la semana pasada había habido un frío gélido con lluvia de granizo, la perspectiva de caminar más de quince cuadras al shil no era algo que alguien en su sano juicio quisiera hacer. ¿Que lo debería hacer? Eso es otra cosa. Pero estoy hablando de querer hacerlo.
Voy a hacer todo lo posible por reproducir la esencia de su conversación con algunas elaboraciones mías. Después de todo, era una conversación tan buena que me tuve que unir. Primero, le diré los argumentos principales que hizo mi amiga, al igual que muchos otros a través de los años, sobre por qué el judaísmo parece ser tan machista. Siguiendo a esa lista está la lista de cómo sería la vida, y los argumentos que tendrían las mujeres, si se revertieran los roles y nosotras fuéramos hombres.
¡Disfrútelo!
Las quejas más grandes de las mujeres sobre el judaísmo
- No contamos en un minián y no leemos la Torá.
- No nos ponemos talit, tefilín o kipá. Ok, ahora, si los roles se revirtieran, y nosotras tuviéramos esas posibilidades, esta es la forma en que imagino veríamos las cosas.
El minián y la lectura de la Torá
¿Qué hay de malo en mí? ¿No puedo rezar por mi misma, dónde quiero y cómo quiero? ¿Para poder decir ciertas oraciones necesito otras nueve mujeres conmigo? ¿Se me ve sólo como un décimo de persona en el judaísmo? ¿No soy una persona suficientemente completa? ¿Por qué es que los hombres pueden rezar cuándo quieren, dónde quieren, excepto yo, que de mi se requiere que esté en un cierto lugar en un cierto momento? ¿Por qué no puedo volcar mi alma a Di-s como pueden los hombres, de cualquier forma que lo sienten? ¡No necesitan momentos prescriptos para recitar plegarias! ¡Ni siquiera tienen la obligación de decir todas las plegarias! Sin embargo, nosotras las mujeres, no somos suficientemente buenas para comunicarnos con Di-s. No se puede confiar en nosotras para hablar con D-os por nosotras mismas, de forma que todas las plegarias tienen que ser escritas para que nosotras las recitemos. Incluso la recitación no puede ser por nuestra propia cuenta, sino que tenemos que presentarnos, ¡para que todos los demás vean si estamos ahí!
Ahora en cuanto al asunto de la lectura de la Torá... Sabemos que leer de la Torá es importante, pero entonces ¿cómo es que no se requiere que los hombres estén allí para eso? ¿Por qué no necesitan ni siquiera estar presentes? Y sin embargo, no sólo se me exige que lea la Torá y que la escuche, sino que ¡ni siquiera lo puedo hacer por mi misma! Ahí vamos de nuevo, ¡necesito otras nueve mujeres para hacerlo!
Talit,Tefilín, tzitzit y kipá
¡Fabuloso! No sólo no puedo rezar por mi misma, no sólo necesito otras nueve mujeres que se unan a mí, y no sólo tengo que asistir a la sinagoga para hacerlo... sino que ahora tengo que vestirme de cierta forma para que el mundo vea qué ser tan débil soy. Para no olvidar que hay un Di-s arriba mío se me exige que use kipá. ¿Los hombres? No, no hay necesidad. Son suficientemente inteligentes para recordarlo por si mismos. Y los tzitzit, por las dudas que me olvide, ahí tenemos el número justo de hilos y nudos para estar bien conscientes en todo momento que hay 613 mandamientos. ¿Los hombres? No. Está totalmente arraigado en su memoria, naturalmente. Así que las mujeres tienen que pasear con hilos colgando de sus polleras mientras que los hombres se pueden vestir a la moda y pasar totalmente inadvertidos mientras caminan por la calle. No caminan con un gran cartel diciendo que no se puede confiar en ellos para que recuerden quiénes son o qué se suponen que deben hacer. ¡Sólo las mujeres necesitamos eso!
Pero lo mejor de todo... te tiene que encantar el talit. Cuando vengo a rezar, no puedo ser yo misma. No me puedo vestir como me plazca. ¡No! ¿Me tengo que envolver totalmente y cubrirme en lo que parece básicamente una sábana? ¿D-os tiene vergüenza de mí? ¿Piensa que no soy suficientemente buena para ser yo misma? ¿Por qué tenemos que estar todas paradas luciendo iguales? ¿Por qué nos tenemos que vestir en este disfraz para rezar? Y ¿los hombres? Primero, ni siquiera necesitan venir. Cuando lo hacen, pueden participar si quieren, pero realmente no es necesario. ¡Y no tienen necesidad de envolverse en un talit! No necesitan amarrarse cajas de cuero en su cabeza y brazo. Son capaces de recordar todo por sí mismos, la conexión de su mente con sus emociones y su amor y conexión con su Creador. ¡Es asombroso que nosotras para rezar tengamos que pasar por tantas vueltas!
Conclusión
Concedo, nosotras leemos la Torá y los hombres no, y es algo muy sagrado, pero los mandamientos que tienen que hacer los hombres son por cuenta propia. No necesitan que nadie más participe, y ni siquiera necesitan a otro para que sepa que han cumplido con sus responsabilidades. Tome el Shabat, por ejemplo. Ellos prenden las velas en su casa. Dicen la bendición y crean el Shabat. Quiero decir, ¡es algo muy poderoso! Pero nosotras las mujeres, no lo podemos crear. Tenemos que esperar que ellos lo hagan, o que suceda por si mismo cuando caiga la noche. Pero esos hombres, dicen una bendición, y boom, ¡han creado el Shabat!
Pero, por el otro lado, digamos que al otro día está lloviendo, nevando o lo que sea, ellos no tienen necesidad de apresurarse como primera cosa en la mañana para ir a rezar. Se pueden quedar en casa y rezar cuando les venga bien. Seguro, si quieren pueden escuchar la lectura de la Torá, ¡pero no tienen ninguna obligación de hacerlo! Pero nosotras, las mujeres, no, la primer cosa que tenemos que hacer en la mañana es salir de nuestra cálida cama y correr. Porque si no nos presentamos, y no hay diez mujeres, las otras mujeres ¡ni siquiera pueden leer la Torá! ¡Vaya carga pesada!
Y no me hagan hablar del duelo en la ley judía. Quiero decir ¿no puedo llevar luto por mi misma o a mi manera? ¡Tengo que asistir tres veces al día durante todo un año! ¿No pueden confiar que haga algo por mí misma? No, ¡así es el judaísmo! Verdaderamente una religión de hombres. El puede rezar con sus propias vestimentas sin necesidad de ponerse un talit encima suyo. Puede rezar en el confort de su living. Puede pasearse sin necesidad de recordatorios físicos puestos en su cabeza y debajo de su camisa de que es un judío con mandamientos a seguir. No, el recuerda todo eso por sí mismo. Y mientras nosotras, las mujeres, somos sólo un décimo de un todo, un hombre es siempre un todo, creado de esa forma desde el principio. ¡¡La injusticia que hay hacia las mujeres en esta religión!!
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