No conduzca si toma. No vaya muy rápido. No pase la luz roja. No conduzca a contramano. No hable en un dispositivo electrónico portátil, ni se pinte los labios, ni discuta con su esposo, ni se involucre en cualquier otra actividad distraedora mientras maneja un vehículo motorizado. No. No. No. Cada lugar tiene su propio manual de conductor que contiene decenas de páginas de prohibiciones.
¡Por D-os! ¡¿Por qué una persona sana entra voluntariamente a un vehículo que impone tantas restricciones a su libertad?! Vivimos en una sociedad que está muy enorgullecida de sus libertades, libertad de expresión, libertad de religión, libertad de privacidad, libertad de elegir tu propia compañía de cable, etc., libertades que defenderemos a toda costa. ¿Por qué, entonces, nos sometemos en forma diaria a restricciones tan drásticas?
Aunque esta pregunta suene muy filosófica, cualquier niño de cinco años la contestará en un instante: conducimos autos porque nos llevan a dónde queremos ir; y de forma sustancialmente más rápida que cualquier otro método de transporte disponible. Renunciamos voluntariamente a ciertas libertades cuando hacerlo nos concede una mayor libertad y sirve a objetivos más importantes.
En un nivel más profundo, ver a todas las reglas mencionadas como “restricciones” es un poco infantil. Porque en verdad, toda elección conlleva “restricciones”. Por ejemplo, si elige salir de compras, esto le imposibilita cortar el césped a esa hora. ¿Llamaría a eso una “restricción”? Una restricción real es algo que restringe la elección, no algo que uno elige para poder alcanzar su objetivo. La persona que elige conducir no se enfoca en las prohibiciones, esta enfocado en su elección, llegar en forma segura a su destino. No está agobiado por las reglas; apenas piensa en ellas. Resaltar las prohibiciones demuestra una falta de concentración en el objetivo.
Lo mismo se puede decir del judaísmo: No comas leche con carne. No vistas una mezcla de lana y lino. No prendas la luz en Shabat. No hagas chismes... El “Manual para Conducir por la Vida Segura y Espiritualmente” de la Torá contiene muchas más páginas y reglas que el librillo Publicado por el Departamento de Tránsito.
Pero uno tiene que elegir cómo enfocar la Torá. Uno puede elegir ver la Torá como un conjunto de reglas limitantes pensadas para hacer la vida miserable, o uno puede tener la cabeza abierta y reconocer la Torá por lo que realmente es, el mejor vehículo de todos. En realidad, es el único vehículo que está equipado para transportarnos a nuestro destino deseado, una vida de espiritualidad, propósito y conexión con el Creador. Si, conducir este vehículo nos restringirá de hacer ciertas actividades que pondrán en peligro la seguridad y el éxito de nuestro viaje, como así también comprometer a otros conductores y peatones inocentes, ¡pero toda elección implica restringir aquellas cosas que impiden que la elección sea implementada!
El santo maestro jasídico Rabi Mendel de Kotzk una vez dijo: “Idealmente uno no debería abstenerse de pecar porque los pecados están prohibidos; sino porque ¿cuándo encuentra uno tiempo para pecar?” Cuando uno está completamente preocupado con implementar la elección, no tiene tiempo de ni siquiera pensar en todas las otras opciones que su elección excluyó
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