CUERPO
¿Estás seguro de que comiste suficiente? ¿Te llenaste con esa exótica ensalada de frutas? ¿Bebiste suficiente? Mejor que estés seguro, porque esta es tu última oportunidad. Lo único que puede pasarte por los labios después de este afikomán son otras dos copas de vino.
Ve a buscar la matzá que está escondida. Cómela, reclinándote a la izquierda.
Con la primera matzá, cumplimos con la obligación de comer matzá. Esta última matzá es en lugar del cordero de Pesaj (que solamente puede ofrendarse en el Sagrado Templo de Jerusalem) que se tiene que comer con el estómago lleno.
ALMA
En la Kabalá, se explica que existe algo más profundo que el alma. Está el cuerpo, el espíritu, y luego está la esencia. Si el alma es luz, entonces esa esencia es la fuente de la luz. Si es energía, entonces la esencia es el dínamo. Se llama “tzafún”, que significa oculto, enterrado, encerrado y fuera de alcance.
No importa lo que hagamos, bailamos alrededor de ese núcleo-esencia, como una nave espacial incapaz de aterrizar. Podemos meditar, podemos inspirarnos, pero tocar la esencia interna, el lugar desde donde llega todo esto, eso exige un poder que está más allá.
La noche de Pesaj, tenemos ese poder. Pero recién después de realizar todos los pasos precedentes: destruir nuestro jametz personal, preparar las casas para la liberación, los once pasos del Seder que hicimos hasta ahora. Entonces, cuando ya estamos satisfechos con todo aquello de lo que podemos encargarnos, conectando cada faceta de nuestro ser con lo Divino, ahí es cuando nos llega ese poder. Tanto si lo sentimos como si no, y por más desabrida que pueda parecer, la matzá que comemos ahora llega hasta lo más profundo de nuestra esencia y transforma nuestro mismísimo ser.
En términos generales, funciona así: las cosas que te resultan inspiradoras y bellas, te pueden hacer dar un paso adelante. Pero si quieres efectuar un cambio real, entonces tienes que hacer algo que esté absolutamente más allá de tus límites personales.
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