Tu mesa es un altar. Tú eres el sumo sacerdote. Ese plato de exquisita comida que tienes enfrente es el sacrificio. Haces el ritual del lavado de las manos, pronuncias una bendición por la comida y luego, ¡al ataque! ¡Eleva todos esos carbohidratos y proteínas a una experiencia divina!

Entonces, el ritual del lavado de las manos 101 (llamado netilat iadaim) consiste en:

· Hazlo solamente antes de comer una comida que incluya pan o matzá (la halajá también exige que uno se lave las manos antes de comer torta si uno la consume como toda una comida). El pan se considera el alimento básico. Las papas se perdieron el barco…

· Tal vez esto te suene raro, pero antes de lavarte las manos, asegúrate de que tengas las manos limpias y que no tengan nada que pueda obstruir el agua e impedir que esta llegue a toda la superficie de las manos. Te dije que esto es una experiencia espiritual, ¿no? Más que Pasteur.

· Quítate los anillos, a menos que nunca, en ninguna circunstancia, te los quites, en cuyo caso ellos se consideran “parte de la mano”.

· Llena una copa con agua y viértela dos veces en tu mano derecha. Repite lo mismo en la mano izquierda (Atención, los zurdos: invertir el orden). La costumbre Jabad es verter el agua tres veces en cada mano. Separa un poco los dedos para que el agua entre en medio de ellos. Dice Rabí Jisda: “No escatimes. Llénate las manos de agua y Di-s las llenará de Su bondad”.

· Después de lavarte, alza las manos hasta la altura del pecho y di lo siguiente:

Bendito eres Tú, Hashem nuestro Di-s, Rey del universo, quien nos santificó con Sus preceptos y nos ordenó respecto del lavado de las manos.

[Di esta bendición solamente si tienes la intención de comer más de sesenta gramos de pan].

· Frótate las manos la una con la otra y luego sécalas. Ten cuidado de no hablar ni de hacer ninguna otra cosa hasta que hayas recitado la bendición del pan y también hayas tragado un poco del pan.

· Si en el medio de la comida vas al baño o te ensucias las manos de cualquier otra forma, tienes que volver a lavártelas, pero esta vez, sin bendición.