La Primera Guerra Mundial provocó oleadas de refugiados hacia el interior de Rusia.

Muchos llegaron a Yekatrinoslavia, donde además de la grave escasez de alimento, abrigo y otras necesidades básicas, tenían que lidiar con la hostilidad de las autoridades locales.

Los judíos, en particular, sufrían las clásicas acusaciones antisemitas proferidas por el enemigo y estaban sujetos a arrestos, demandas de rescate e, incluso, ejecuciones.

Los padres del Rebe abrieron su casa a los refugiados y dispusieron para ellos provisiones, rescataron a los cautivos e intercederieron ante el gobierno en beneficio de los acusados corriendo así un gran riesgo para su vida y su libertad.

El Rebe participaba activamente de estas actividades. Años más tarde, recordaba la profunda y duradera impresión que la devoción de sus padres hacia el prójimo, particularmente de su madre, tuvo sobre él a los catorce años de edad.

Atender las necesidades materiales de nuestros semejantes ha sido el pilar del movimiento de Jabad desde sus comienzos. Los Rebes de Jabad nunca se vieron a sí mismos como líderes "espirituales", la condición física del pueblo no era menos importante que el estado de sus almas.

En la Rusia zarista, establecieron asentamientos agrícolas y fábricas para proporcionarles un medio de vida a los judíos desamparados; bajo el régimen comunista, apoyaron clandestinamente a los "contrarrevolucionarios" quienes habían sido privados de apoyo tras el holocaust; y enviaron emisarios con auxilio y asistencia a los campos de refugiados.

Hoy, los discípulos del Rebe manejan centros de rehabilitación de drogas en California, transportes aéreos para sacar a los niños de la zona radiactiva de Chernobyl, Bielorrusia, y operan comedores comunitarios en ciudades desde Jerusalem hasta Moscú. Bajo la directiva del Rebe, cada Beit Jabad tiene un fondo de préstamo gratuito y dedica una parte importante de sus recursos para atender las necesidades sociales de su comunidad.