Como millones de personas de su generación, el Rebe fue afectado personalmente por el Holocausto.

Su hermano menor, Dov Ber, recibió un disparo de muerte y fue arrojado a una tumba colectiva, como lo fueron también cientos de miles de otros judíos en una serie de masacres dirigidas por los alemanes poco después de la ocupación a Dnepropetrovsk, en otoño de 1941. Una abuela muy querida y otros familiares suyos también fueron asesinados. La esposa del Rebe perdió a su hermana menor Sheina, quien murió en Treblinka, junto con su marido y su hijo adoptivo.

En sus escritos y conversaciones sobre el tema, el Rebe rechazó todas las explicaciones teológicas aplicadas al Holocausto. Dado que ¿qué mayor presunción y qué mayor insensibilidad puede haber que dar una razón para la muerte y tortura de millones de hombres, mujeres y niños inocentes? Solo podemos admitir que hay cosas más allá de la comprensión de la mente humana.

Haciéndose eco de su suegro, el Rebe solía decir: No es mi tarea justificar a Di-s en esto. Sólo Di-s mismo puede responder por lo que Él permitió que sucediera, y la única respuesta que vamos a aceptar es la inmediata y completa redención que va a erradicar por siempre el mal sobre la faz de la tierra y sacar a luz la bondad y perfección innata en la creación de Di-s.

A aquellos que argumentaron que el Holocausto “refutó” la existencia de Di-s o de su providencia sobre nuestras vidas, el Rebe les respondió: Por el contrario, el Holocausto ha refutado decisivamente toda posible fe en una moral basada en principios humanos. Ya que ¿no fue acaso el mismo pueblo que personificaba la cultura, el progreso científico y la moral filosófica el que cometió las más infames atrocidades conocidas en la historia humana? El Holocausto nos demostró justamente que la existencia moral y civilizada es posible únicamente a través de la creencia y sumisión a una fuerza superior.

El Rebe también dijo: Nuestra indignación, nuestro desafío hacia Di-s sobre lo que pasó, eso mismo es la mayor prueba de nuestra fe en Él y en su bondad. Porque si no poseyéramos, al menos en el fondo, esta fe, ¿por qué la indignación? ¿Por el funcionamiento ciego del destino? ¿Por la disposición aleatoria de las partículas que conforman el universo? No, es sólo porque creemos en Di-s, porque estamos convencidos de que existe un bien y un mal y de que el bien debe triunfar y, en última instancia, de que triunfará, es por eso que gritamos, como lo hizo Moisés: ¿Por qué, mi Di-s, has hecho mal a tu pueblo?".

Pero lo más importante sobre el Holocausto para el Rebe, no era cómo lo entendemos o no lo entendemos ni siquiera era cómo recordamos a sus víctimas, sino qué hacemos al respecto. Si dejamos que el dolor y la desesperación nos desalienten para emprender la crianza de una nueva generación de judíos con un fuerte compromiso con su judaísmo, entonces, la “solución final” que Hitler anhelaba se realizará, Di-s no permita. Pero si reconstruimos, si criamos una generación orgullosa y segura de su judaísmo, habremos de triunfar.

Esto es lo que el Rebe se dispuso a lograr. Nombrado por su suegro para dirigir las ramas educativas y sociales de Jabad, él puso en funcionamiento los programas que por los próximos cincuenta años anunciaron el renacimiento de la vida judía en un mundo post-Holocausto.