El miércoles 10 de febrero de 1988 (22 de Shvat de 5748), la esposa del Rebe durante 59 años, la Rebetzen Jaia Mushka Schneerson, falleció después de una breve enfermedad.

Se había sentido mal la noche anterior y fue llevada al hospital, donde pidió un vaso de agua. Después de recitar la bendición "Bendito eres Tú, Di-s... por cuya palabra todas las cosas existen", le devolvió el alma a su Creador.

La Rebetzen Jaia Mushka, una mujer erudita y sabia, llevaba el manto de su elevada posición de la manera más humilde y sin pretensiones. A pesar de que ella era la esposa de un líder venerado por cientos de miles de personas, no se supo casi nada de ella hasta después de su muerte, cuando los que la conocían sintieron que podían hablar de su vida y de su personalidad sin violar la privacidad que celosamente guardaba.

En una despedida digna de una reina, una procesión de quince mil personas encabezada por una caravana especial de la policía la acompañó al cementerio de Jabad en Queens, Nueva York. Allí, fue enterrada cerca de su padre, el Rebe anterior, Rabi Iosef Itzjak Schneerson.

En el mismo día de su entierro, el Rebe estableció un fondo de caridad en su nombre, que continúa sirviendo hasta el día de hoy con una variedad de propósitos sociales y educativos, especialmente dirigido a las mujeres.

En los días y meses posteriores al fallecimiento, el Rebe habló con frecuencia sobre el tema, "y el que está vivo tomará conciencia" –cómo el fallecimiento de una persona cercana debe llevar a una acción positiva, debe dejar lecciones derivadas de la vida y obra de esa persona para perpetuar su memoria.

La infancia, el matrimonio, el trabajo, la religión –instancias de la vida que uno cree que sabe exactamente lo que significan– recibieron un nuevo significado a través de las enseñanzas del Rebe. Lo mismo, con los conceptos de muerte y duelo.

El Rebe señaló que la ley de la Torá prescribe períodos establecidos para el duelo por la muerte de un pariente cercano. Un determinado conjunto de prácticas de duelo son ordenadas para el primer día; otras leyes se aplican a los tres primeros días, a los siete días, al mes y al año. Pero ¿no es el "duelo" un sentimiento más que un acto? ¿Cómo, entonces, puede una persona ser instruida a estar de luto o reducir la intensidad de su duelo cuando el período determinado termina?

La muerte, explicó el Rebe, es un fenómeno tan devastador para nuestro sentido de ser que no podemos lidiar con él con las herramientas ordinarias de la vida. Solo la sumisión a la ley supraracional de Di-s nos puede capacitar y puede contener nuestro duelo y no permitir que este abrume nuestras vidas.

En cuanto al concepto de la muerte misma, el Rebe vio a la muerte no como el final de la vida, sino como el inicio de una nueva y mejor forma de vida, más elevada, ya que el alma sigue viviendo. De hecho, cuando el alma se libera de los límites de la condición física, puede expresar su espiritualidad y pureza sin ser ocultadas por el cuerpo.

También, si definimos la vida no solo como la existencia, sino como la progresión y el éxito, una persona puede vivir más allá del punto en el que el cuerpo y el alma se separan. Si las personas en la tierra, se ven estimuladas por su muerte para realizar obras positivas, constructivas y divinas, entonces la muerte misma se transforma en una especie de vida.

Por último, un principio básico de la fe judía es la creencia en que en la era de Mashiaj, aquellos que han muerto serán restaurados a la vida eterna. De modo que la muerte no es más que un paréntesis antes de una renovada y mejor fase de la vida. De hecho, el Talmud compara a la muerte con el sueño, significando que al igual que el sueño, es un "descenso en aras de un ascenso", un momento de preparación para un mejor y más energético mañana.