El mes de Elul ya está aquí junto a nosotros: un momento de reflexión interna y de tomar decisiones positivas para el año entrante. Muchas veces, este proceso va acompañado de un “dilema ético”: ¿acaso es hipócrita decidir hacer una mitzvá en particular cuando la persona sigue siendo un individuo absolutamente no espiritual? ¿Es correcto que me comprometa a rezar todos los días cuando todavía no estoy dispuesto a renunciar a las comidas no kasher? Este problema se ve especialmente acentuado cuando la persona siente una temporaria inspiración a hacer una mitzvá en particular, pero no está dispuesta a comprometerse a largo plazo. ¿De qué sirve hacer Kidush este Shabat si no lo hice la semana pasada y probablemente la semana que viene a esta altura del día esté jugando un partido de golf? Si las mitzvot tienen que ver con la auto-mejora y el compromiso real, entonces tiene algún sentido hacerlas una sola noche?
La respuesta a este interrogante no es algo claro y bien definido y en realidad depende de la intención de la persona que lleva a cabo la mitzvá. De hecho, la persona que ve las mitzvot y el estilo de vida de la Torá como una forma de alcanzar una existencia espiritualmente saludable, como un sistema disciplinario Divinamente inspirado que les trae felicidad y plenitud a sus adherentes, no tiene motivos para molestarse con una mitzvá que en este momento no es de su gusto y que no va a aumentar su crecimiento espiritual. Además, esa persona no va a contemplar la idea de realizar algunas mitzvot cuando sabe que las otras van a ser ignoradas. El sentido de integridad de esta persona se verá afrontado por una mitzvá que es aparentemente inútil y engañosa.
Sin embargo, a decir verdad, observar las mitzvot no es meramente una panacea que nos imparte toda una vida de dicha espiritual. Sí. Es verdad que la vida que se vive según la Torá ofrece todos los beneficios antedichos, pero esos son solamente “extras”. El sentido de la palabra “mitzvot” es “mandamientos” y ese es precisamente el motivo por el cual las cumplimos: porque somos sirvientes del Todopoderoso y seguimos Sus órdenes.
Al enfocar las mitzvot desde el punto de vista de Dios, en vez de desde un punto de vista egocéntrico, de repente no existe el concepto de “mitzvá hipócrita”. La persona tacaña que decide dar una donación a los pobres tal vez se sienta una hipócrita, pero para el pobre eso no tiene nada de importancia. Lo único que le importa es que finalmente tiene un pedazo de pan para darles de comer a sus hijos. Está bien: el tacaño no es perfecto, ¡pero el acto que hizo sí lo fue! Cada mitzvá que uno hace es bellísima a los ojos de Dios – no importa lo que depare el futuro. Y en verdad, ¿acaso no es eso lo único que cuenta?
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