Estamos todos preocupados por lo que está sucediendo actualmente en Israel, especialmente quienes tenemos familia residiendo ahí.

¿Qué podemos hacer al respecto?

Más allá de opinar sobre lo que el gobierno debe hacer, en lo cual todos nos creemos expertos (que es, en realidad, un ejercicio en futilidad, ya que los que saben no hablan y los que hablan no saben), ¿hay algo concreto que podemos hacer para ayudar?

Están aquellos que pueden ayudar con dinero, con influencia política o con inscribirse en el ejército. No todos están en condiciones de hacer estas tres cosas vitales. Hay, empero, algo que todos, sin excepción, podemos y debemos hacer para ayudar.

Veamos de qué se trata.

En la lectura bíblica de la semana pasada, Toldot (Génesis, 25:19 - 28:9), semana en la cual se lanzó la operación Pilar Defensivo, leímos sobre las bendiciones que nuestro patriarca Isaac, ciego, y sintiéndose cerca de fallecer, les dio a sus hijos Iaakov y Esav. Iaakov se había vestido con las ropas especiales de su hermano Esav y recubrió sus brazos con pieles para que parezca a su hermano peludo. Cuando entró a servirle la comida a su padre, la manera de hablar le despertó la sospecha de Isaac de que no era su hijo Esav. “Acércate,” le dijo. Cuando Iaakov se acercó, Isaac le tocó los brazos y vio que efectivamente eran peludos como los de su hijo Esav. Entonces dijo la famosa expresión: “La voz es la voz de Iaakov y las manos son las manos de Esav” (ibid, 27:22).

Nuestros sabios señalan que más allá de ser una descripción de aquella situación específica, es una enseñanza y una regla para toda posteridad. La voz de Iaakov tiene el poder de neutralizar las manos de Esav. La fuerza verdadera del pueblo judío, descendientes de Iaakov, está en su voz, en su condición espiritual, y cuanto más fuerte esté tanto más impotente quedarán las manos de Esav.

Por supuesto que debemos tomar medidas terrenales para defendernos, tener las mejores armas y el mejor entrenamiento. Pero la verdadera fuerza está en nuestra condición espiritual.

Antes de que estallara la Guerra de los Seis Días, el Rebe de Lubavitch, que su mérito nos proteja, instó que cada hombre y niño judío mayor de trece años se coloque los Tefilín diariamente. La Torá dice: “Y todos los pueblos de la tierra verán que el nombre de D-os está invocado sobre ti y te temerán” (Deuteronomio 28:10). El Talmud explica que esto se refiere a los Tefilín que colocamos en la cabeza. Los Tefilín tienen un poder especial de imponer terror en los enemigos de Israel, enfatizó. Vea aquí: http://www.chabad.org/397220

Esto no se aplica unicamente a los soldados que se encuentran en el campo de batalla, sino a todo el pueblo judío. ¿Qué tiene que ver los Tefilin que un judío en el Uruguay coloca con la situación de los judíos en Israel? El Rebe respondió utilizando un ejemplo de la medicina. Cuando uno tiene un padecimiento en el corazón, por ejemplo, se le da una inyección en la pierna. ¿Qué tiene que ver la pierna con el dolor en el corazón? La respuesta es que si bien son dos órganos diferentes, son partes del mismo cuerpo y comparten la misma sangre. Una mejoría que se le hace en cualquier parte, afecta a todo el resto. Del mismo modo, explicó el Rebe, el pueblo judío es como un sólo cuerpo. Somos todos interdependientes. Cada vez que un judío se coloca los Tefilín, ayuda a fortificar a nuestros hermanos en todas partes, especialmente los que se encuentran en Israel.

Lo mismo ocurre cuando estudiamos Torá, damos Tzedaká, y colocamos Mezuzot Kasher en las puertas de nuestras casas. Todas estas mitzvot tienen un poder especial de protección para el pueblo judío.

También sugirió que se diga los siguientes capítulos de Salmos ya que tienen una fuerza protectora especial: 20, 22, 69, 150.

Así que, además de lo que cada uno hace para ayudar, podemos todos ayudar más aún fortificando nuestra “voz de Iaakov” confiados en que una vez más D-os nos va a ayudar para que salgamos victoriosos.