Un bebé sonríe. Una flor se abre. Un paciente terminal se recupera.
Tal vez no tengan el mismo cachet que un ejército débil que triunfa en la batalla o un jarrito de aceite que dura ocho días, pero cuando la festividad judía de los milagros dé inicio a esta semana que está por empezar, los judíos del mundo entero relatarán no sólo los antiguos milagros de Jánuca sino también los milagrosos sucesos de sus propias vidas.
En la oscura noche de invierno, iniciarán su celebración encendiendo la primera vela de Jánuca y recitando tres bendiciones.
La primera bendición honra a Di-s como el soberano del tiempo y el espacio, dándole las gracias por el precepto de encender las velas de Jánuca.
Cuando la familia de Isaac Mozeson se reúna en torno a la menorá y entone esta bendición, Mozeson recordará su propia lucha con la oscuridad y la luz después de que se sumió en un coma durante cinco días en el año 1997.
Mozeson había estado haciendo una caminata por la Galilea, en Israel, sin saber que el servicio de pronóstico meteorológico había anunciado un récord de calor en esa zona, que suele ser tener un clima bastante fresco. Después de tres horas caminando, las marcas de rastro desaparecieron y él decidió seguir adelante en busca de algún pueblito en vez de volver sobre sus pasos, por temor a que le llevara demasiado tiempo. Ya se le había acabado la provisión de agua.
En lugar de eso, él escaló la escarpada montaña, en busca de ayuda. Fue una subida muy ardua, y en especial a causa del sol abrasador. Cuando llegó a la cima de la montaña, no vio nada excepto campos enormes. “Sentí una fatiga tal que fue como si me estuviera muriendo”, dijo. “Sentí que todos los sistemas de programación en mi cabeza se iban apagando”. Entonces se recostó en un lugar donde había un poco de sombra y entró en coma.
Un rastreador beduino encontró su cuerpo y lo llevó al hospital. Mozeson había sufrido un intenso golpe de calor que había cerrado todos sus órganos excepto el corazón y lo había sumido en un profundo estado de coma. Ante su cuerpo prácticamente muerto, los médicos se dieron por vencidos y les dijeron a los dos hijos de Mozeson que se despidieran de él.
Pero sus amigos, familiares e incluso personas que no lo conocían y que se habían enterado de su historia ofrendaron todos gran cantidad de plegarias. “Muchos en Israel y en grupos de plegaria internacionales que se enteraron del caso por el internet rezaron por mí”, dijo. “Me cambiaron el nombre a Rafael (‘el Eterno cura’) en mi sinagoga, en Teaneck”.
Cuando cinco días más tarde, Mozeson abrió los ojos, apenas si podía moverse. Muy pero muy despacio aprendió a caminar y hasta a correr, pero incluso en la actualidad sigue teniendo reducida capacidad motórica. Solamente puede hablar, teclear y escribir muy despacio y con gran dificultad. Desgraciadamente, no puede continuar con su carrera de profesor universitario y corrector de libros.
En la actualidad, Mozeson pasa los días trabajando en un proyecto que siempre había dicho que lo iba a hacer cuando se retirara: escribir una serie de libros sobre el tema de la fe y el lenguaje universal. “Estoy feliz de estar vivo”, dijo.
Mozeson nos contó que cuando hoy a la noche él recite la bendición de las velas de Jánuca, y las velas iluminen la oscura noche a través de la ventana del frente de su casa, él va a pensar en cómo su propia vela parpadeó y casi se apaga y que casi no llegó a estar en la ceremonia de encendido de las velas”.
La segunda bendición de Jánuca es por los milagros Di-s llevó a cabo en aquellos días y en la época moderna. Esta bendición tiene un significado especial para Sharon y Steven Tuch de Teaneck.
Hace dos años, Sharon dio a luz a mellizos gemelos, Matthew y Brian. Tres semanas más tarde, los médicos le informaron que ambos bebés estaban enfermos de leucemia. Al cabo de una semana, Matthew falleció.
Brian fue sometido a numerosas intervenciones quirúrgicas y a un transplante de médula. También de sufrió una hemorragia cerebral y para colmo sufrió una recaída.
Sin embargo y aunque parezca mentira, “Salió adelante. Fue algo increíble”.
Hubo momentos en que sus padres y sus hermanos pensaron que no iba a sobrevivir. Sharon mantuvo una constante vigilia junto a su lecho de enfermo en el hospital, dando las gracias a cada momento por las baby-sitters voluntarias, las comidas calientes y las plaquetas que les donaron para Brian a medida que se fueron intensificando las necesidades de la familia Tuch.
“El año pasado a esta altura él estaba en su lecho de muerte y ahora está aprendiendo a caminar. Ya sabe decir “mamá” y todo el tiempo sonríe. Mirándolo, uno nunca se imaginaría por todo lo que pasó. ¡Está con un poco de atraso, pero está!” dice su mamá.
Mientras pasaba por esa época tan turbulenta, Sharon en ningún momento se puso a pensar que lo que su familia estaba viviendo era un verdadero milagro. “Pero ahora, puedo sentarme tranquila y reflexionar acerca de todo lo que pasó Brian”.
Cuando la familia Tuch encienda las velas hoy a la noche, recitarán la segunda bendición con especial sentimiento. Y después de encender las velas, entonarán un sentido “Que los cumplas feliz…” para Brian, porque habrán transcurrido exactamente dos años desde el día en que nació.
La tercera bendición de las velas es Shehejianu, en que Le damos las gracias a Di-s por haber traído a los judíos a esta nueva época. Esta bendición se recita solamente la primera de las ocho noches de Jánuca, tal como ocurre con la mayoría de las otras fiestas judías.
Este año, Rivka Kanter de Tenafly va a recitar la bendición Shehejeianu con especial fervor.
Kanter, que era maestra de escuela primaria, fue diagnosticada con cáncer de mama en 1986. En el año siguiente, el cáncer se había extendido al esternón y más recientemente a la columna vertebral, al cráneo y al hígado. Los médicos le dijeron que tenía pocas posibilidades de sobrevivir.
Pero ella continuó sintiéndose sana y exámenes que se hizo hace un mes y medio revelaron que los tumores del cráneo y de la columna vertebral desaparecieron y que también desaparecieron todos los tumores del hígado excepto tres.
“El médico se quedó tan impactado que tuve que ayudarlo a ponerse de pie. Él me dijo que jamás en su vida había visto algo igual”.
“Es algo increíble”, dijo ella. “Mi rabino y mis amigos dicen que yo soy un milagro andante”.
Y ella también. Ella se siente llena de energía, incluso como para dar una vuelta por el mundo entero, asistir a clases de Torá y llevar a cabo vigorosas caminatas de 45 minutos por día. “Yo sigo adelante con mi vida”, dijo.
Cuando ella recite la tercera bendición, pensará más que nada en el milagro de su existencia diaria.
“En ese momento pensaré en la gratitud que siento hacia Di-s por haberme hecho llegar a esta época”.
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