Por la Gracia de D-os
17 de Shevat 5723 (11 de Febrero 1963)
Brooklyn, N.Y.
A todos los participantes en el Reencuentro del Campamento Gan Israel. Que D-os los bendiga a todos. Saludos y Bendición:
Confío en que sepan que unos días atrás (el 10 de Shevat) observamos el Iortzait de mi suegro el Rebe de bendita memoria.
El Campamento Gan Israel, que ustedes han disfrutado tanto durante el verano, y al que ahora están reunidos para honrar, es una de las actividades importantes de Merkos L’Inyonei Jinuj, que mi suegro el Rebe creó para vuestro beneficio.
Teniendo en cuenta esta conexión, deseo contarles una historia que relató mi suegro. Algunos de ustedes ya la deben haber escuchado, pero vale la pena repetirla, porque su enseñanza nunca puede “pasar de moda”.
La historia es la siguiente: El primer Lubavitcher Rebe, conocido como el “Rebe Anciano” (y por el que tres semanas atrás, el 24 de Tevet, conmemoramos los 150 años desde su fallecimiento) tenía un hijo Rabí Dov Ber, quien más tarde tomó el lugar de su padre, el “Mitteler” Rebe. Rabí Dov Ber era conocido por su inusual poder de concentración. Cuando estaba ocupado con el estudio o la plegaria, no escuchaba ni veía nada alrededor suyo.
Una vez, cuando Rabí Dov Ber estaba estudiando, su bebé que estaba durmiendo en una cuna a su lado se cayó de su cuna y empezó a llorar. Rabí Dov Ber no escuchó los llantos del bebé y continuó estudiando. Pero el abuelo del niño, el Rebe Anciano, que estaba en su cuarto en el piso de arriba y también estaba estudiando en ese momento, escuchó los llantos del bebé. Interrumpió sus estudios, bajó, levantó al niño, lo calmó y lo devolvió a su cuna. El padre del niño aun no escuchaba ni veía nada de lo que pasaba a su alrededor. Más tarde el Rebe Anciano le dijo a su hijo: “No importa cuán importante sea la cosa en la que un judío esté ocupado, siempre debe escuchar el llanto de un niño.”
Esta historia fue contada no sólo a padres, maestros y adultos que están a cargo de niños, sino también a los niños mismos, porque tiene una lección importante también para ellos.
Vean, todos tienen un Ietzer Tov, que pone buenas ideas en la cabeza, y un Ietzer Hará, que pone malas ideas en la cabeza. El Ietzer Hará es el anciano, porque entra temprano en la vida de todo niño y niña para tentarlos a hacer cosas que no deben. El Ietzer Tov es el bebé.
A veces sucede que justo cuando un niño o niña está por hacer algo realmente importante, como estudiar, hacer los deberes, o similares, repentinamente tiene la idea de hacer otra cosa en su lugar, que también puede ser buena en su momento apropiado, pero no ahora. Por ejemplo, cuando es hora de hacer los deberes, el niño o niña quiere ordenar su cuarto, o hacer un mandado. O peor aun cuando el Ietzer Hará lo tienta a hacer algo que no debería hacer en ningún momento. Cuando sucede esto, el Ietzer Tov “bebé” se siente empujado de su cuna, triste, y comienza a llorar.
Se les cuenta esta historia para recordarles escuchar el llanto del “bebé” Ietzer Tov, y mantenerlo contento haciendo lo correcto en el momento correcto, y no haciendo lo incorrecto en ningún momento.
Concluiré recordándoles a todos que este próximo Shabat leeremos en la Torá sobre la entrega de la Torá por D-os en el Monte Sinaí, cuando todos los judíos, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, declararon con una sola voz: “Todo lo que D-os ha hablado, lo haremos”. Si recuerdan esto siempre, el Ietzer Tov no tendrá lágrimas, y ustedes también serán felices en todo aspecto.
Les envío a ustedes, a sus maestros y padres saludos y buenos deseos.
Con bendición, M. Schneerson
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