El día de Purim de 1988, nuestra familia estaba disfrutando de la cena festiva cuando se anunció que el Rebe de Lubavitch, que en paz descanse, estaba repartiendo dólares para que sean entregados a obras de caridad. Como nosotros vivíamos en Crown Heights, no solíamos desesperarnos por los dólares. Cuando el Rebe entregaba dólares, estaba de pie durante horas –y nosotros no queríamos que el Rebe siguiera de pie por causa nuestra. Por eso, únicamente asistíamos en ocasiones especiales, como una boda o un cumpleaños.

Siempre nos poníamos nuestra mejor ropa cuando visitábamos al Rebe, pero mi marido consideró que los niños, que tenían puestos sus disfraces de Purim, no estaban vestidos adecuadamente. Yo, por otro lado, creí que el Rebe disfrutaría de ver a los niños con sus disfraces. Después de todo, ¡era tradición vestirse así en este día! Finalmente, decidimos llevar a nuestros tres hijos más pequeños.

Para cuando llegamos al lugar donde el Rebe estaba repartiendo los dólares para dar a las obras de caridad, las puertas estaban cerradas. Decidimos esperar. Luego de unos minutos, las puertas se abrieron nuevamente. El asistente del Rebe dijo que él había esperado a que viniera más gente y había insistido para que se abrieran las puertas y se dejara entrar a aquellos que habían llegado tarde.

Mi hija Dobie, de diez años, estaba vestida como una mexicana y tenía un sombrero enorme. Cuando pasó por al lado del Rebe y recibió su dólar y su bendición, le agradeció. El Rebe la miró con sus ojos benditos y le dijo: “¡Gracias!”.

Cuando salimos, mi hija me preguntó qué le había dicho el Rebe. “Rebe te agradeció en español”, le contesté.

Mashie, de siete años, estaba vestida como un soldado, con un enorme emblema que decía Tzivos Hashem en su campera. “Tzivos Hashem”, que literalmente significa “El ejército de Di‑s” es un grupo para jóvenes que el Rebe fundó en 1980. Ella recibió su dólar y el Rebe levantó su mano y tocó su sombrero para saludarla.

Rivkie, de cinco años, estaba vestida como una payasa. Luego de recibir su dólar, el Rebe le mostró una sonrisa enorme.

¿Valió la pena llevar a los niños a buscar los dólares del Rebe ese Purim? ¡Seguro!

Pero además, aprendí algo muy importante acerca del Rebe. Aprendí a ver y apreciar el esfuerzo que los demás ponen en cualquier cosa que hacen, hasta en el más mínimo detalle, y aprendí a mencionarles ese esfuerzo que hacen. El Rebe vio y apreció cada uno de los disfraces de Purim de mis niños y se aseguró de que nosotros lo supiéramos.