Detengámonos un segundo para imaginar el siguiente escenario. Aburridos del mismo trabajo y de la rutina diaria, cierto día, decidimos hacer algo radicalmente diferente y optamos por tomar un curso intensivo de programación de computadoras.

De pronto, descubrimos una aptitud y una inclinación hacia esta disciplina que desconocíamos. Luego de varios proyectos de prueba, ponemos manos a la obra para realizar nuestra obra maestra, nuestro propio minimundo lleno de plantas, animales y seres funcionales similares a los humanos.

Cada robot está creado para cumplir con una tarea específica. Cada uno tiene un rol exclusivo en el mundo. Al principio, aquello que inventamos está en armonía con lo que planeamos originalmente. Luego de algún tiempo, los robots se tornan inquietos y comienzan a explorar su propia libertad y habilidad para hacer lo que realmente desean. Nuestros planes cuidadosamente diseñados son ignorados. Los robots pierden interés en los objetivos para los que han sido creados y comienzan a buscar un significado por su cuenta. Muchas veces, esta búsqueda causa estragos en el miniuniverso. El lugar comienza a tornarse un caos.

Desesperados, decidimos dejar de lado las sutilezas y convocamos a una reunión general con todos los robots para aclararles cuál era el plan: cada criatura tiene un objetivo propio, cada uno tiene su forma predeterminada de cumplir con dicho objetivo y la única forma que tienen de asegurarse su propia felicidad es viviendo tal cual se los ha ideado. Sin embargo, los robots son un poco tercos y cabeza dura y no piensan aceptar esto sin protestar: “¿Cómo saben qué es lo mejor para nosotros?”. “¿Cómo podemos saber nosotros que eso es una buena idea?”. “¿Quién dice que escuchando esos consejos podemos tener paz en este mundo?”.

Claramente, nosotros sabemos más que los robots. Al fin de cuentas, ¡nosotros creamos ese mundo! ¡Diseñamos cada detalle! De haber seguido las indicaciones originales, la existencia en el mundo que creamos habría sido perfecta.

Todos nosotros tenemos un objetivo en este mundo. El Creador tiene un plan diseñado a medida para nosotros. El trabajo de cada judío es seguir las instrucciones de la Torá, y el de cada gentil es cumplir con las leyes noájidas según lo indicó Di-s. ¿Cómo asegura esto la paz en el mundo? Del mismo modo en que los robots que creamos conseguirán la paz: cumpliendo y siguiendo las instrucciones que les damos. Él diseñó este lugar. Él sabe mejor que nosotros lo que es bueno.

Malkie Janowski para Chabad.org