“No puedo entender por qué no he recibido aún la bendición del Rebe para este viaje,” meditó consigo mismo nerviosamente el Rabí Nemes. El vende estampillas y sus transacciones lo ponen en contacto con autoridades postales y coleccionistas privados en América Central. El visitaba Nicaragua periódicamente en el invierno y ya había marcado sus citas para el viaje del año. Como siempre, antes de finalizar los preparativos de su viaje él escribió al Rebe para una bendición. Pero en vez de recibir una respuesta inmediata, esta vez, tuvo que esperar.

Como la fecha de su partida estaba próxima, el Rabí Nemes pidió a uno de los secretarios del Rebe que lo ayudaran. Después de hablar con el Rebe, el secretario pidió a Rabí Nemes un itinerario detallado de su viaje. Cuando el Rabí Nemes transmitió la información al Rebe, el Rebe respondió: “Haga el viaje —pero no ahora.”

El Rabí Nemes encontró difícil comprender el consejo del Rebe. ‘Esta es la época más lucrativa para comprar estampillas’, pensó. ‘Además, ya he concertado encuentros con prominentes comerciantes y posponer este viaje complicará los otros que he planeado. No puedo entender esto, el Rebe nunca me había sugerido antes un cambio en mis planes.’

Sin embargo, los seguidores del Rebe no son disuadidos simplemente porque no comprenden su consejo. El Rabí Nemes pospuso su viaje y canceló sus citas.

Uno no necesita ser creyente devoto de la Divina Providencia para apreciar la inmensa sensación de alivio sentida por el Rabí Nemes y su familia, cuando oyeron las horribles noticias ese fin de semana. Un fuerte terremoto había sacudido a Managua, la capital de Nicaragua, causando miles de víctimas y daños tremendos. “Y yo había hecho una reserva en un hotel céntrico,” pensó Rabí Nemes con un temblor.

Cuando el tiempo pasó y el aeropuerto de Managua se abrió nuevamente al tráfico comercial, el Rabí Nemes consideró hacer el viaje. Su familia estaba aprehensiva. “La ciudad tiene todavía amplias zonas plagadas de robos y con saqueos,” argumentaron ellos. Pero el Rabí Nemes se sentía optimista. “El Rebe no desaprobó del todo el viaje,” les dijo él. “El simplemente sugirió que lo posponga. ”

El Rabí Nemes, más adelante, fue alentado por la rápida bendición del Rebe para reprogramar el viaje.

El Rabí Nemes no estaba preparado para la vasta destrucción en las calles de Managua. Edificios desmoronados y montones de escombros se extendían por la ciudad. Incontables personas sin hogar vagaban sin objetivo, haciendo que sus distritos conocidos parecieran extraños aún para un visitante frecuente.

Con gran dificultad y ansiedad, el Rabí Nemes fue a la Oficina Central de Correos. En contraste con sus sombrías expectativas, se quedó pasmado al encontrar el enorme edificio de pie, erguido, casi intocado por el terremoto. Apurando sus pasos, se dirigió a la habitación de un oficial con el que a menudo hacía negocios.

Cuando él abrió la puerta, el oficial se puso de pie con sobresalto “D-os mío! Que sorpresa!,” exclamó con deleite. “Nunca hubiera esperado que algún comerciante de estampillas viniera aquí ahora! ”

Después de un amistoso intercambio el Rabí Nemes comenzó a hablar de negocios. Sin embargo el hombre lo detuvo. “Come ve, la ciudad está en un estado de cataclismo. Pasará algún tiempo hasta que se reconstruya. El negocio de las estampillas no es obviamente una prioridad inmediata. Ud. es un comerciante confiable y siempre hemos trabajado bien juntos. Tome Ud. mismo las estampillas que necesite. Estaremos en contacto acerca del precio y el programa de pago en una fecha próxima. ” “Ese viaje a Nicaragua fue el más lucrativo de los que jamás he hecho,” concluyó el Rabí Nemes.