Una de mis primeras misiones luego de haber sido designado jefe del Servicio Secreto de Israel ‒conocido como el Shabak‒ en 1988 fue viajar a los Estados Unidos, como era bastante lógico que ocurriera.
Poco después de haber llegado al hotel en Nueva York, varios hombres de Jabad, “jabadnikim”, se acercaron a mí y me preguntaron si quería conocer al Rebe de Lubavitch, Rabi Menajem Mendel Schneerson.
En aquel momento, dado mi cargo como jefe del Servicio de Inteligencia y Seguridad de Israel mi nombre e identidad eran de máxima confidencialidad, de modo que no tenía idea de cómo esos hombres habían podido reconocerme. Y es hasta el día de hoy que solo ellos saben cómo fue que lo hicieron.
Les expliqué que, a pesar de que en ese viaje no disponía del tiempo necesario para conocer al Rebe, en mi próxima visita, sin duda, sería un gran honor para mí poder hacerlo.
Sorprendentemente, dos meses después, los mismos dos hombres me estaban esperando en la puerta del hotel donde me hospedaba. Parecía como si conocieran mi agenda mejor que mi asistente.
Más tarde, esa misma noche, me llevaron a conocer al Rebe. El encuentro fue muy tranquilo y tuvo lugar en su casa particular, no en la oficina en la que trabajaba en el edificio central de Jabad Lubavitch.
Allí, el enviado del Rebe para el Servicio de Inteligencia y Seguridad de Israel, el Rabino Biniamin Klein, me estaba esperando.
El Rebe se encontraba sentado en una mesa con varios trabajos académicos judíos desparramados sobre el escritorio. Con voz suave, me ofreció algo de beber. Yo decliné la oferta. El Rebe le indicó a quienes estaban en la habitación que deseaba hablar conmigo en privado, y todos se retiraron.
Lo primero que me impresionó fue su luminoso rostro, las facciones y los ojos. Esas no son cosas de las que uno se olvide fácilmente.
A pedido del Rebe, le conté brevemente acerca de mis experiencias de vida. Luego, me preguntó sobre mi opinión respecto de la situación de Israel en ese momento, 1989, comienzo de la primera Intifada.
Me sorprendió que no me preguntara nada acerca de los objetivos y las operaciones del Shabak. Más adelante, me enteré de que el Rebe ya sabía exactamente qué era lo que hacíamos.
Poco a poco, comencé a confesarle al Rebe mis preocupaciones respecto de la misión en la que estaba involucrado en aquel momento. Le comenté acerca de la necesidad de generar un cambio en el enfoque que Israel estaba teniendo en relación a la Intifada. Le expliqué mi punto de vista y mis expectativas acerca de la defensa israelí vinculada con el terrorismo dentro y fuera de Israel. Debatimos sobre el terrorismo internacional, sobre la situación de Palestina, y sobre mi proyección para las Fuerzas de Defensa de Israel.
Todo el tiempo que estuve allí sentado, sentí que el Rebe era alguien en quien podía confiar no solo como un guía espiritual, sino también alguien a quien podía confiarle mis preocupaciones acerca de la seguridad de Israel.
Lo que más me sorprendió fue el conocimiento que tenía el Rebe sobre detalles muy precisos de la milicia Israelí. Tenía una visión y un entendimiento muy profundo acerca del terrorismo, y todos los comentarios que hizo fueron muy certeros, al igual que su análisis.
Análisis del terrorismo
Promediando la mitad de nuestra charla, el Rebe me comentó con muchísima precisión analítica la situación geopolítica entre Israel y el resto del mundo. También, habló del Islam fundamentalista y sugirió que el hecho de que algunos observaran la falta de límites en esta religión, en última instancia, daría pie a que se expresaran por medio de actos terroristas. Por desgracia, sus predicciones fueron correctas.
Respecto de la Guerra Fría, el Rebe predijo que se llegaría a una solución. Y, de hecho, poco tiempo después de nuestro encuentro, su profecía se hizo realidad.
El Rebe también habló acerca del destino, del sufrimiento y de la eternidad del pueblo judío, poniendo el énfasis en el Holocausto. Hizo más referencia al pueblo judío que al Estado de Israel.
Otro de los temas que mencionó fue la fuente que subyace al conflicto Palestino-Israelí. Se aventuró a teorizar acerca de que solo si se entiende el trasfondo de la cuestión se podrá hallar una solución para el problema actual.
Al final de nuestro encuentro, le pedí al Rebe que me bendijera, y él me concedió una bendición a mí, a mi familia y a todos aquellos que trabajaban conmigo en el departamento de defensa.
Cuando me estaba yendo, el Rebe me dijo “Siempre que venga a los Estados Unidos, mi casa está a su disposición, del mismo modo en que usted está a disposición del pueblo judío”.
A mi regreso a Israel, reuní a todo el personal del Servicio de Seguridad y le transmití lo que había hablado con el Rebe, junto con su bendición.
Me siento afortunado de haber tenido el mérito de haber podido reunirme con el Rebe. A lo largo de mi vida, he conocido muchas personas maravillosas, pero ni antes ni después, tuve la posibilidad de conocer a alguien como el Rebe de Lubavitch, de bendita memoria.
Adaptación de un discurso en hebreo, en julio de 2011.
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