Estimada sección “Pregúntele al rab”:
Mi Rab visitó hoy la clínica en la cual trabajo y me pidió que me pusiera los tefilin. Me dijo que era por nuestros muchachos en Gaza. Entonces, hice lo que me pedía.
El viernes, mi esposa encendió velas de shabat, algo que no hace usualmente. Me dijo que era por nuestros muchachos en Gaza. Por alguna razón, eso tuvo sentido para ella. Y para mí, también.
Sin embargo, comencé a cuestionarme. Soy un hombre culto, un médico, y siempre intento buscar el sentido de las cosas. Pero ahora, pienso, pienso y no encuentro una explicación. ¿Cómo funciona? ¿Cuál es el mecanismo, la causa, el efecto? ¿Por qué tuvo sentido para mí hacer todas esas cosas antes de pensar al respecto?
—Un judío confundido
Estimado judío confundido,
Un rompecabezas es un buen ejemplo para ver cómo todas las piezas se unen para formar una obra completa. Lo mismo sucede con los judíos y las mitzvot. Toda nuestra gente y todas nuestras mitzvot se unen para formar un todo integral. Y cada pieza es necesaria.
Pero déjame darte una metáfora aún mejor, una con la que seguro podrás relacionarte, dada tu condición de médico. Piensa en el pueblo judío como si fuera un único organismo vivo, y así todo tendrá sentido. Seguramente, te darás cuenta de que un organismo vivo no es como una maquinaria torpe. Para empezar, las máquinas se construyen uniendo partes que no tenían nada que ver unas con otras. Incluso, cuando ya se ha construido, una máquina sigue siendo un conglomerado de partes. Pero un organismo vivo comienza su existencia como una única célula y luego se multiplica hasta formar una criatura; de forma tal que, ya desarrollada y en funciones, se mantiene como una singularidad.
En otras palabras, a diferencia de una máquina, un organismo vivo es un organismo único. Y en un organismo único, la ubicación es anecdótica. Lo que suceda en una parte de él afecta inmediatamente al conjunto en su totalidad. Así, es como opera el pueblo judío.
El siguiente es un ejemplo que estoy seguro reconocerás, Caenorhabditis elegans. Seguramente, hayas estudiado a pequeños Caenorhabditis elegans en la facultad, dado que es la criatura más estudiada y expuesta en el mundo. Se trata de un gusano transparente, de un milímetro de largo, con exactamente 959 células (nosotros, los humanos, tenemos 75 billones de células). Los investigadores pensaron que, estudiando a este pequeño paradigma, podrían explicarse eventualmente todos los procesos y las reglas que dominan la vida. Así, para 1980, ya se conocía el destino de cada una de esas células, desde la etapa de embrión hasta la adultez. Pero esos investigadores jamás encontraron lo que buscaban.
En 2002, Sydney Brenner recibió el premio Nobel por todo el tiempo que pasó con el pequeño gusano. Los críticos se opusieron. Dijeron que Brenner no había explicado nada. Lo único que había hecho era describir lo que sucedía dentro de la pequeña criatura. Y Brenner aceptó las críticas. “No es un proceso ordenado y secuencial”, explicó. “Todo ocurre al mismo tiempo… No hay una manera más corta de encontrar una definición de lo que sucede más que simplemente describir lo que hay” (el énfasis es personal).
Considera eso una singularidad irreducible. Algo cuya descripción es ese sí mismo. Eso significa que si una parte falta, no sería lo que es. Y cada vez que una parte cambie, la totalidad cambiará instantáneamente.
Algo como lo que ocurre en una sinfonía. No puedes darme una ecuación matemática que produzca la Pastoral,de Beethoven. Su única descripción se consigue escuchándola. Y si una parte cambia –una nota dulce que se ha tornado amarga, una tríada estruendosa que se ha tocado muy suave–, la experiencia completa de la sinfonía ha cambiado.
Ahora, apliquemos eso al pueblo judío. Somos uno –esencial e integralmente uno. Tenemos un Di-s, una Torá, una historia que contar y un objetivo que alcanzar. Cada uno de nosotros tiene un rol integral. Así, haga lo que haga uno de nosotros, se redefine inmediatamente el estado de nuestro pueblo. La ubicación geográfica es anecdótica, no se trata de una relación de causa y efecto. No necesita tiempo para que viaje la señal, no es necesario un medio por el cual viajar, y no disminuye a través del espacio y el tiempo. Nuestro pueblo se extiende a lo largo del planeta, desde Abraham hasta tú y yo –somos una singularidad irreducible. Si un judío realiza una mitzvá, todo el pueblo se enriquece automáticamente, y ese enriquecimiento es disfrutado por cada individuo.
Vayamos más lejos. Si te conectas de alguna manera con un judío que está pasando por un desafío ético en su vida, encuentra ese desafío dentro de ti, arréglalo, y verás que le será más fácil a ese judío resolver su conflicto. Así de conectados estamos.
Esa es también la respuesta a tu última pregunta. ¿Por qué tenía sentido antes de pensar al respecto? Es extraño, yo también les he pedido a varios judíos que se coloquen los tefilin o que enciendan velas de shabat o que hagan alguna otra cosa “por nuestros muchachos en Gaza”. Y todos a los que les pedí que hicieran algo accedieron inmediatamente. “Por supuesto”, dijeron. “Es una mitzvá”. Porque cada judío siente el efecto de una mitzvá. Y los judíos sabemos que somos un pueblo que trasciende el espacio y el tiempo. Somos uno. Todo lo demás es anecdótico. Ahora, ve y haz otra mitzvá por nuestros muchachos en Gaza.
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