Nota del editor: el Templo Sagrado de Jerusalem fue destruido dos veces ‒por los romanos en 69 E. C. y por los babilonios en la misma fecha en 423 A. E. C‒. Solo un muro permanece erguido como un símbolo vivo de la soberanía del pueblo judío sobre la tierra de Israel y sobre la ciudad de Jerusalem: el Kotel Hamaraví o “Muro Occidental”.
A continuación, un extracto (traducido del hebreo) de las memorias de Rabi Moshe Segal (1904-1985), un jasid de Jabad Lubavich que participó activamente en la lucha por la liberación de Tierra Santa del poderío británico.
En aquellos años, la zona frente al Kotel no se veía como en la actualidad. Solo un callejón estrecho la separaba de las casas árabes del otro lado. El gobierno británico nos prohibía colocar un Arón, mesas o bancos en dicho callejón, ni siquiera un pequeño asiento podía llevarse al Kotel. Los británicos también instituyeron las siguientes ordenanzas, diseñadas para degradar a los judíos en el lugar más sagrado de su fe: se prohibía rezar en voz alta para no molestar a los residentes árabes, se prohibía leer la Torá (aquellos que oraban en el Kotel debían dirigirse a una de las sinagogas en el distrito judío para llevar a cabo la lectura de la Torá), se prohibía hacer sonar el shofar en Rosh Hashaná y en Iom Kipur. El gobierno británico asignó fuerzas policiales para asegurarse del cumplimiento de dichas normativas.
En Iom Kipur de este año [1930], yo estaba orando en el Kotel. En el breve intervalo entre las plegarias de musaf y minjá, escuché a algunas personas que susurraban entre ellas: “¿Donde iremos a escuchar el toque del shofar? Será imposible hacerlo sonar aquí. Hay tantos policías como personas orando…”. El jefe de la Policía estaba allí a fin de asegurase que los judíos, Di-s no permita, produjeran el sonido que ponía fin al día de ayuno.
Escuché estos susurros y pensé: ¿Podemos acaso abstenernos de hacer sonar el shofar que acompaña nuestra proclamación de la soberanía de Di-s? ¿Podemos abstenernos de hacer sonar el shofar que simboliza la redención de Israel? Cierto, hacer sonar el shofar al finalizar Iom Kipur es simplemente una costumbre, pero “¡Una costumbre judía es Torá!”. Me acerqué al Rab Itzjack Horenstein, quien oficiaba como rabino de nuestra “congregación”, y le dije:
―Deme un shofar.
―¿Para qué?
―Lo haré sonar.
―¿De qué está hablando? ¿No ve a la policía?
―Lo haré sonar.
Súbitamente, el Rebe se alejó de mí, pero no sin antes mirar hacia el atril de oración que estaba ubicado al final del callejón. Entendí. El shofar estaba en el atril. En el momento indicado, caminé en esa dirección y me apoyé contra él.
Abrí el cajón y deslicé el shofar dentro de mi camisa. Lo tenía conmigo, pero… ¿Qué pasaría si me veían antes de que pudiera hacerlo sonar? Todavía era soltero en ese momento y, siguiendo la costumbre askenazi, no usaba talit. Me acerqué a la persona que oraba a mi lado y le pedí que me prestara el suyo. Mi pedido debió resultarle extraño, pero los judíos son un pueblo gentil, especialmente, en los momentos santos, en los días santos, y me lo entregó sin decir ni una palabra.
Me envolví en el talit. Fue entonces cuando sentí que había creado mi dominio privado. A mi alrededor, un gobierno extranjero prevalecía rigiendo sobre el pueblo de Israel aun en su día más santo y en su lugar más sagrado, y no éramos libres para servir a nuestro Di-s; pero bajo este talit, había otro dominio. Aquí me encontraba bajo el dominio de mi Padre en el Cielo; aquí haría como Él me ordenó, y ninguna fuerza en la tierra podría detenerme.
Cuando se proclamaron los últimos versos de la plegaria de neilá, “Escucha Israel”, “Bendito sea el nombre” y “El Señor es Di-s”, tomé el shofar e hice sonar un largo y resonante estallido. Todo sucedió muy rápido. Muchas manos me sujetaron. Me quité el talit que me envolvía y frente a mí pude ver al jefe de la Policía, que ordenaba mi arresto.
Fui llevado al Kishla, la prisión en la Ciudad Vieja, donde designaron a un policía árabe para que me vigilara. Pasaron varias horas durante las cuales no recibí ni comida ni agua para romper mi ayuno. A la medianoche, el policía recibió la orden de liberarme y me dejó ir sin decir una palabra.
Luego, me enteré de que cuando el Gran Rabino de Tierra Santa, Rabi Abraham Itzjack Kook, se enteró de mi arresto, se contactó inmediatamente con el secretario del alto comisionado de Palestina y le pidió que me liberara. Su pedido fue denegado, entonces, él declaró que no rompería su ayuno hasta tanto no me liberaran. El alto comisionado se resistió por varias horas, pero finalmente, por respeto al Rebe, no tuvo otra opción más que liberarme.
Por los próximos dieciocho años, hasta la conquista árabe de la Ciudad Vieja en 1948, el shofar sonó en el Kotel cada Iom Kipur. Los británicos entendieron el significado de este sonido, sabían que dicho sonido, eventualmente, demolería su gobierno sobre nuestra tierra como los muros de Jericó se derrumbaron frente al shofar de Ieoshua, e hicieron todo lo que estaba a su alcance para evitarlo. Pero cada Iom Kipur, el shofar se hacía sonar por hombres que sabían que serían arrestados por haber decidido ser parte activa del reclamo de nuestro derecho en lo más sagrado de nuestras posesiones.
En el siguiente video (está en hebreo con subtítulos en Ingles) el testimonio de otros valientes jóvenes que tocaron el Shofar desde el año 1931 hasta el año 1947 bajo el mandado británico.
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