1. No creo realmente que seas estúpido o ignorante. Simplemente, quiero afirmar mi existencia mediante un pensamiento distinto al tuyo.

2. Ya no soy un niño, quiero tomar mis propias decisiones. Cuando tú tomas todas las decisiones por mí, necesito rebelarme para reafirmar mi independencia. Cuando me dices que confías en mi juicio, aun en las cuestiones menores, me siento convalidado y no tengo necesidad de rebelarme.

3. Se siente bien cuando me pides mi opinión. Cuando muestras respeto por mis ideas ‒aun cuando te parecen ridículas‒, me siento lo suficientemente seguro como para abrirme a ti. Me demuestras respeto cuando escuchas mis opiniones de manera atenta y sin juzgarlas. Si puedes hacer eso, podemos empezar a hablar.

4. Cuando comienzas a sermonearme, yo dejo de escuchar. Cuando piensas que estoy equivocado y que el tema es de vital importancia, es más productivo que me hagas preguntas de buena manera con el objetivo de guiar mi opinión hacia otra dirección antes que sermonearme. También, es más productivo si me das información de fuentes confiables. Tal vez, te sientas poderoso imponiendo tus opiniones, pero eso hace que me cierre e que intente alejarme.

5. Es bueno que me manifiestes tu reconocimiento. ¡Pero recuerda que no soy un niño! Entonces, no me digas “buen muchacho” o “finalmente me estás escuchando”. Ese sería el camino perfecto para que me rebele inmediatamente. El reconocimiento suena más a algo como “Realmente, admiro lo responsable que eres respecto de tus tareas del domingo”, o “Muchas gracias por limpiar la cocina. Estaba muy cansado para hacerlo”. Básicamente, bríndame tu reconocimiento de la misma manera que se lo darías a tus amigos.

6. La confianza es muy poderosa. Cuando me demuestras que confías en mí y en mis habilidades, me siento bien conmigo mismo y respecto a ti, y no quiero decepcionarte.

7. Cuando hablas negativamente de mis amigos, siento fastidio hacia ti, no hacia ellos.

8. Me visto como me visto para afirmar mi independencia. Y a veces, para obtener reconocimiento. Si te enojas cada vez que no te gusta mi estilo, caerás en una trampa. Porque me demuestras que puedo llevarte al límite.

9. Es mucho más fácil respetarte cuando te respetas a ti mismo y a los demás. Respetarte a ti mismo incluye mantenerte en calma y hablar de manera amable, aun cuando no te guste lo que los demás están haciendo. Respetar a otros incluye a tus hijos. Así, si algún día pierdo la calma y levanto el tono de voz, podrás decirme “Yo no te grito a ti. Por favor, no me grites a mí”.

10. Mi cuerpo cambia, mis hormonas se aceleran. Tengo demasiados maestros, y cada uno me da trabajo como si no hubiera otra cosa para hacer en la vida. Me preocupa el horrendo acné, los aterradores exámenes, el chico popular que no es mi amigo. No le agrado a la maestra de Matemática, y no entiendo qué estamos haciendo en Biología. Mis amigos están presentando solicitudes de trabajo en campamentos de verano, y no sé si el campamento aceptará mi solicitud. Me preocupa que pueda tener mal aliento, y me preocupa que los demás chicos hablen de mí a mis espaldas. No converso sobre esto porque me supera y avergüenza. Entonces, por favor, no te enojes conmigo si mi cuarto está desordenado o si estoy de mal humor. Necesito apoyo, no sermones.

11. No hagas demasiadas preguntas. Es muy molesto. Si escuchas con atención y no me criticas, quizá comparta información contigo yo solo.

12. A nadie le gusta que lo mandoneen. Si me dices que debo lavar los platos, limpiar el auto, sacar la basura… No me va a gustar. Sin embargo, si me explicas “Somos una familia y compartimos las responsabilidades. Tu padre y yo hacemos X, Y y Z. Pero no podemos con todo. Necesitamos que nuestros hijos nos ayuden. Queremos que esta casa sea un hogar”, eso tiene sentido, y no siento que me tratan como un niño. También, es más fácil si me das una lista de quehaceres para que yo elija los que me gustaría hacer. Y por favor, no me pidas que haga más de lo que puedo manejar.

13. En la casa de mi amigo, la familia comparte la cena casi todas las noches. Y tienen una regla: No se permiten aparatos electrónicos en la mesa. Los padres y los chicos hablan unos con otros sobre qué les pasó en el día, sobre los futuros días o sobre lo que sea que se les cruce por la mente. Soy consciente de que mando mensajes de texto en la mesa, pero mi deseo secreto es que fuéramos como la familia de mi amigo.

14. A veces, quisiera ser un adulto independiente. A veces, siento que crezco demasiado rápido, y quisiera que me cuidaras. De hecho, me gusta cuando me das un consejo inteligente. Ya sabes, como cuando estamos relajados, charlando. Me hablas como si fuéramos dos adultos hablando, y me das un consejo de manera amistosa, como si te importara ‒no de manera mandona, como si estuvieras mirándome desde arriba. No ocurre a menudo, una vez cada tanto. Pero quiero que sepas que me gusta eso.

15. Puede ser incómodo y puede que no sea mi estilo decirlo, pero te amo. Siempre te amé. Supongo que algún día seré capaz de decírtelo de nuevo. Mientras tanto, tenme paciencia.

Fuentes

Principles of Education and Guidance, capítulo 14; Ethics of Our Fathers 4: 12, y Bartenura and Rabbeinu Yonah ad loc.; Tanchuma, Beshalach 26; Mishneh Torah, Hilchot Talmud Torah 5:12; Rashi, Exodus 17: 9; Sefer ha-Sichot 5704,pp. 92-94; Igrot Kodesh of the Rebbe Rayatz, vol. 4, pp. 302-303;Igrot Kodesh of the Rebbe, vol. 12, p. 100.