Ente las muchas estrictas regulaciones impuestas a los ciudadanos de un país en guerra, estaba la demanda de vender todo oro poseído en forma privada al gobierno. Un día, un judío desesperado golpeó la puerta del Rebe. “Por favor, ayúdeme. Vender mi oro con una tremenda pérdida me arruinaría totalmente y quebraría la posibilidad de mi familia de sobrevivir a esta terrible guerra. Por favor, guarde mi oro en su departamento." El Rebe estuvo de acuerdo rápidamente en ayudar a un prójimo Judío. Las pepitas de oro fueron escondidas en un armario del minúsculo departamento.
Al poco tiempo, los italianos comenzaron a buscar oro en las moradas de los refugiados. La Rebbetzin Z"L estaba preocupada de que la posesión de la fortuna del hombre podría poner en peligro sus propias vidas, puesto que la posesión ilegal de oro era una ofensa capital. “Quizás deberíamos transferir el oro a otro lugar” sugirió ella ansiosamente. El Rebe fue firme. “No. Un prójimo Judío nos confió su fortuna completa, y es nuestro deber protegerla".
Mientras tanto, esfuerzos desesperados estaban siendo realizados al otro lado del océano por el Rebe anterior, Rabbi Yosef Yitzjak Shneerson, para facilitar la inmigración del Rebe y la Rebbetzin a América.
Después de interminables y urgentes llamadas telefónicas, telegramas y horas de esfuerzo, los papeles necesarios y los pasajes de barco fueron obtenidos por la pareja. El viaje estaba programado para embarcar desde Portugal, donde llegaron sin contratiempos. Poco antes de abordar el barco a América, el Rebe recibió un telegrama de su suegro. “No viajes en ese barco” era el breve y sorprendente mensaje.
Tan pronto como un abrir y cerrar de ojos, el Rebe canceló las reservas y esperó la próxima partida. Más tarde, se supo que el primer barco había sido hundido por cañoneros alemanes. No hubo sobrevivientes. El Rebe y la Rebbetzin, en cambio llegaron felizmente a Nueva York el 28 de Sivan 5701(1941).
“A mis ojos, el aspecto más sorprendente de este incidente” dice un jasid, “no es la visión a distancia del Rebe anterior, sino la aceptación incuestionable del Rebe a su instrucción. El obtuvo los papeles requeridos y los pasajes a través una serie de milagros. Los nazis estaban al tanto de su identidad y no había ninguna certeza de otra partida adicional. Cualquier demora podría haber arriesgado su posibilidad de escape. Sin embargo, a pesar de que sus vidas corrían peligro, el Rebe siguió la instrucción de su suegro sin pensarlo dos veces. ”
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