“El vuelo a Eretz Israel tomó muchas horas,” contó Rabbi Shimon Goldman. “Yo necesitaba levantarme y estirar las piernas. Cuando caminaba por el pasillo, un pasajero, quien era obviamente un Judío observante, me detuvo. ‘Disculpe Señor’, dijo. ‘Ud. me parece conocido. ¿Nos hemos encontrado antes?”’
“‘¿Ha vivido Ud. alguna vez en Crown Heights?’ le pregunté con curiosidad.”
“‘No’, respondió mi compañero de vuelo.”
“¿’Hace Ud. algún tipo de negocios en Sud África?’ pregunté yo, ‘Mi hijo está a cargo del Beit Jabad allí’. Nuevamente mi compañero vaciló.”
“‘¿Vive Ud. en Flatbush, Nueva York?’ continué. ‘Tengo un negocio en ese vecindario'”
“‘No. yo vivo en Queens'. El reflexionó un momento, y luego un pensamiento vino a su mente. ‘¿Quizás Ud. sea un Lubavitcher?’, inquirió él.”
“‘Sí’.”
“‘¿Está Ud. involucrado en las instituciones Lubavitch?”’
“No llevó mucho tiempo poner las piezas en su lugar. Yo había participado en una reunión de directorio, en un esfuerzo para facilitar fondos del gobierno para Beit Rivka, la escuela Lubavitch para niñas. Mi compañero había asistido a la misma reunión, como consultor.”
“Tengo una historia para contarle", continuó el hombre. ‘Yo soy el vicepresidente de un colegio bien conocido. A pesar de que mi horario está muy recargado, hago lo mejor que puedo para dedicar algún tiempo a la educación Judía. He usado mi experiencia con la burocracia local para ayudar a instituciones Judías a preparar las solicitudes necesarias para fondos estatales y federales. A pesar de que este proceso es largo, tedioso y demanda mucho esfuerzo, lo considero mi contribución al futuro del estudio de la Torá.”
“Gracias a Di-s, he tenido éxito. Recibí mucha satisfacción de ver escuelas e instituciones que recibieron los fondos necesarios. En meses recientes, sin embargo, he notado un marcado cambio en las respuestas gubernamentales a las solicitudes que presenté. Mis largas horas de papeleo no fueron recompensadas, una solicitud tras otra fue rechazada. Decidí investigar la razón.”
“Después de un meticuloso seguimiento, descubrí que las solicitudes no habían siquiera, llegado a las oficinas federales sino que eran rechazadas a nivel de Estado por un empleado Judío quien deliberadamente buscaba imperfecciones mezquinas en cada solicitud.”
“Me sentí personalmente menospreciado y apenado. No solamente muchas horas de trabajo habían sido improductivas, pero lo más significativo, las escuelas no habían recibido los fondos.”
“A menudo voy a Brooklyn a ver al Rebe cuando él distribuye caridad los domingos. Un domingo a la tarde, llegué a Crown Heights, sintiéndome muy triste acerca de las solicitudes en las que había trabajado.”
“Cuando llegó mi turno en la fila, le describí al Rebe la situación. Yo estaba tan agitado acerca del asunto que hablé sin consideración: "En el pasado, cuando una persona se interponía en el camino del beneficio del pueblo Judío, nuestros líderes se aseguraban de que ellos no pudieran seguir interfiriendo. Esto es lo que estoy pidiendo acerca de ese empleado Judío..."
“El Rebe escuchó pacientemente y luego respondió.- ‘Aún si uno considera a otra persona de ser falto de bondad y mérito en un noventa por ciento, uno debe sin embargo, recordar que él mantiene todavía un diez por ciento de virtud'.”
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