Durante las tempranas horas de la mañana en Simjat Torá, un jasid de avanzada edad caminó hasta un grupo de hombres jóvenes quienes habían tomado un breve receso en la danza constante en “770.”

“¿Cansados eh?” comentó él con una sonrisa. No había necesidad de una respuesta; sus caras rojas, manos cansadas y ropas empapadas lo decían todo.

“Permítanme contarles acerca de una noche de Simjat Torá, a finales de los años 40 aquí mismo en “770,” mientras el Rebe anterior estaba con vida. El Rebe Shlita —solíamos llamarlo por sus iniciales, ‘el RaMaSh’— estuvo bailando toda la noche, desde las 10 p.m. hasta las 7 a.m., como siempre lo hacía en Simjat Torá. Ninguno de nosotros, ni aún el más enérgico, pudo mantenerse a su ritmo.”

"En un punto, uno de los asistentes de la casa del Rebe anterior bajó al shul. A pesar de que las dependencias del Rebe anterior estaban en el tercer piso del “770,” él asistente estaba preocupado de que el ruido del canto y del baile pudieran perturbar su descanso.”

“Alguien se acercó al Rebe y le murmuró el mensaje del asistente al oído. En respuesta, el Rebe se sacó los zapatos y continuó bailando descalzo toda la noche, cantando suavemente una melodía y diciendo ‘Sha...sha...sha...’ en vez de las palabras.”