¿Alguna vez sintieron una conexión espontánea con un completo extraño? ¿De un instante al otro pasaron de ser desconocidos a preocuparse por él o ella más que por ustedes mismos? Este tipo de vínculos no suelen surgir con frecuencia, pero bajo circunstancias extremas, puede que acontezcan.
Un ejemplo de esto tuvo lugar luego de los acontecimientos del 9/11. Gente completamente extraña se puso a disposición de otros para ayudar a aquellos que más lo necesitaban.
Una historia que recientemente salió a la luz tiene que ver con la evacuación por mar de cerca de medio millón de personas. Muchos de los que lograron escapar de las torres se dirigieron hacia el sur, en dirección a los diques, donde se dieron cuenta de algo que muy pocos neoyorquinos perciben: Manhattan es una isla.
Cuando atacaron las torres, se cerraron los túneles y los puentes. Aquellos que intentaron huir se encontraron atrapados sin salida e intentaron abordar cualquier ferry o buque que estuviera disponible. La Guardia Costera emitió un pedido para conseguir más naves, y en un lapso de diez minutos, el agua se cubrió de una cantidad de navíos jamás vista. Es preciso recordar que nadie sabía la magnitud del daño, y las tripulaciones tenían todo su derecho a temer un posible ataque contra sus embarcaciones. Sí, cientos de personas comunes y corrientes se arremangaron y cruzaron las aguas durante todo el día, así, llevaron a cabo la mayor evacuación por mar de la historia.
Afortunadamente, no son solamente las catástrofes las que sacan a la luz nuestra chispa interior, sino también las alegrías. Consideremos, por ejemplo, la euforia que invade una tribuna cuando el equipo local gana un partido. En dichas circunstancias, resulta bastante común que completos extraños se abracen y celebren como si fueran miembros de una misma familia. Pero cuando el momento pasa, se vuelven extraños nuevamente.
En la sucá
El judaísmo requiere que cada persona realice la mitzvá en forma individual. En la mayoría de los casos, nuestras buenas acciones no cuentan para otros ni viceversa. Si alguien intenta usar el sweater de otra persona en el mismo momento en que esta lo está usando, eso no constituiría una mitzvá. Del mismo modo que dos personas no pueden sacudir el lulav al mismo tiempo. Así como no podemos comer por otra persona, tampoco podemos estudiar o rezar por nadie más que por nosotros mismos.
La sucá, una cabaña cubierta por follaje en la cual es mitzvá sentarse durante la festividad de Sucot, es la excepción a la norma. Dos personas pueden realizar la misma mitzvá en el mismo lugar al mismo tiempo.
No es preciso que cada uno tenga su propia sucá. Esta no debe expandirse cuando uno ingresa ni reducirse cuando alguien se retira. Siempre que haya espacio para otra persona, es posible cumplir con la mitzvá en simultáneo.
Cabe la posibilidad de que alguien sugiera que cuando muchas personas sacuden el mismo lulav, múltiples personas están cumpliendo con múltiples mitzvot; pero cuando muchas personas se sientan bajo la misma sucá, todas ellas están cumpliendo una misma mitzvá de forma colectiva, como una unidad. Por medio de dicha mitzvá, las almas se fusionan, se convierten en una.
Cobertura total
Después del 9/11, los neoyorkinos se unieron porque se vieron colectivamente absorbidos por la magnitud de la situación. En la sucá, nuestras almas se fusionan porque nos vemos colectivamente absorbidos por su enorme santidad.
La sucá es la única mitzvá que comprende todo el cuerpo. No podemos cumplir con esta mitzvá solo con un brazo o con una pierna, sino con la totalidad de nuestro ser.
Es decir, la sucá se encuentra embebida por una santidad divina tan trascendente que no puede ser derramada sobre nosotros, sino que nosotros nos vemos absorbidos por ella. Nos envuelve de forma tan completa que nos aleja de nuestros intereses personales y nos permite concentrarnos exclusivamente en la mitzvá. Una vez que estamos en sintonía con ella, podemos hacer lugar para otros. Cuando comprendemos que la sucá no se trata de nosotros, sino de la posibilidad de dejar nuestras necesidades de lado para llenarnos de santidad, ya no existe motivo para que sea solo para nosotros. En otras palabras, si no es acerca mío exclusivamente, entonces, no hay motivo para que sea exclusivamente para mí. Es para todos nosotros.
Es por esto que la sucá es un lugar para proveer albergue, un lugar feliz donde la familia, los amigos y los invitados se reúnen para cumplir con una mitzvá de unión. La sucá no es una mitzvá que se hace, sino que se vive. Todo lo que hay que hacer es vivir en ella. Y cuando se trata de vivir, siempre se puede hacer lugar para que más personas vivan juntas. Ya que en la sucá, no hay nadie que sea considerado un extraño.
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