Querido Rab:

Necesito hacerle una consulta. Cuando estoy rezando, me encuentro mirando a la pared o a la espalda de algún congregante o simplemente hacia una fila de sillas vacías, pero en teoría, estoy hablándole a alguien. ¿A quién? A un Ser Infinito que no puedo ver, ni escuchar, ni tocar, ni comprender, ni siquiera estrechar su mano. Se supone que debería relacionarme con este Ser con todo mi corazón. ¿Podría ayudarme con este dilema?

B. Wildered

Estimado B:

Para explicarlo de un modo sencillo, estás empezando por el lado equivocado. Tanto la pared como las sillas como las personas físicas, todas son cosas concretas que ocupan un espacio real tridimensional definido. En contraposición, existe este ser infinito e invisible denominado Di-s, a quien intentas hacer entrar en ese espacio tridimensional real. Pero claro, eso no es posible, ya que Él no encaja en dichos parámetros.

Lo cierto es que debería ser a la inversa. Di-s es todo aquello que es real. Rezar implica salir de nuestro contexto limitado para adentrarnos en una realidad mucho más amplia.

Te sugiero que te pongas a prueba a través de la siguiente idea: Imagina que estás en una habitación de hotel diminuta, en Manhattan. La lluvia golpea contra la ventana, y a lo lejos, se escuchan sirenas. La persona a la que más amas se encuentra tendida en el piso, está agonizando. Las rodillas te tiemblan mientras te agachas para abrazarla, tus manos están débiles. Tienes muchas cosas para decirle, pero no puedes pronunciar palabra alguna.

Haces una pausa. Te levantas y gritas “¡Corten la luz!”.

En ese momento, la habitación de hotel ya no es más tal, las sirenas se han acallado y el ser amado que yacía desfalleciendo en el piso ya no está muriendo ni es más tu ser amado. La realidad se disuelve y te das vuelta para enfrentar al director.

“Mire, en verdad lo respeto mucho como director y sé de qué se trata su guion y su película, pero estas líneas, esta escena en particular, no está funcionando. ¿Podemos probar con algo un poco más alentador?”.

Si fuéramos actores de verdad podríamos hacer eso. Porque los actores son capaces de vivir en dos realidades al mismo tiempo. Se compenetran con el personaje y la historia que les toca encarnar y, al mismo tiempo, recuerdan que son actores y que, en el fondo, se trata de una historia.

En esta escena existen muchos paralelismos con nuestro mundo. Es una historia. Existe un director. Es preciso que cada uno de nosotros despeñe el rol que mejor sabe hacer. No obstante, al mismo tiempo, debemos ser capaces de salir de esa historia en cualquier momento para adentrarnos en un contexto mucho más amplio, el terreno del Gran Director, y poder ver las cosas como realmente son.

En cierta ocasión, alguien le preguntó a Rabi Menajem Mendel de Kotz, “Rebe, ¿dónde está Di-s?”. A lo que él respondió “Donde sea que lo dejemos entrar”.

Si somos actores en una película, ¿dónde está el director/escritor/productor? No es un personaje más. No es parte de la escenografía. No es la trama de la película. Sin embargo, se encuentra presente en todo. Sin embargo, si quisiéramos hablar directamente con él, lo encontraríamos allí donde le permitiéramos estar.

Ahora, da tres pasos hacia atrás, tres pasos hacia adelante, junta los pies y pronuncia la Amidá1 .