¡Ver para creer! Las personas estamos acostumbradas a determinar la realidad de las cosas según su apariencia. Si nos dicen que las apariencias engañan, asumimos que somos la excepción, que nosotros tenemos el don de ver con mayor profundidad; y quesi lo vemos así, con seguridad tiene que ser real.
La ansiedad es una distorsión sobre uno mismo, los demás, el mundo y el futuro. Eso significa que los hechos se interpretan de forma irracional, se le dan a los acontecimientos más importancia de la que tienen y se exagera el impacto que causan en nosotros. Esto hace que las creencias se vuelvan desadaptativas y que afectemos nuestro juicio crítico.
Las distorsiones ocurren por aprendizajes de experiencias pasadas. Cuando somos pequeños construimos esquemas o formas de cómo funciona el mundo en base a nuestras vivencias, entonces, la manera de relacionarnos con los hechos nos dan la pauta sobre cómo los evaluamos.
La ansiedad es una distorsión de la realidad. Lo que significa que la ansiedad cambia la realidad, la exagera, a tal punto que prácticamente deja de ser la misma que habíamos percibido originariamente. Cuando entendemos esto, dejamos de creer en lo que vemos.
¡Sí!, tu ansiedad se presenta como un gigante indestructible y te hace sentir impotente. Frente a tus ojos se desarrolla una batalla épica, el gran gigante Goliat contra el indefenso pastor. Pero así como en la historia Bíblica David venció a Goliat, de la misma manera el pequeño David que tienes dentro, esa chispa Divina que palpita en lo más profundo de tu ser, está plenamente capacitado para vencer al Goliat que tú enfrentas.
Lo primero que debes hacer es desterrar de tu mente y corazón la existencia de ese gigante. Tienes que reconocer que lo que estás percibiendo en tu intelecto (que luego desencadenará y originará sentimientos negativos), no es real.
La ansiedad se desarrolla progresivamente y empeora en forma gradual. Al principio los pensamientos negativos producen sentimientos negativos, luego esos sentimientos se retroalimentan de los pensamientos y como consecuencia nuestra mente produce ideas más aterradores. Así es como la ansiedad va incrementándose poco a poco.
A medida que la ansiedad crece y se convierte en un Goliat aparentemente “indestructible”, la persona se siente disminuida, pequeña e insignificante. Es cuestión de perspectiva, Frente a ese tremendo gigante que me acecha , soy muy pequeño.
Este es el verdadero problema: la ansiedad te lleva a dejar de creer en ti mismo y en el supremo potencial que posees,drenándote de la integridad que requieres para vencerla.
Para ilustrar este concepto, quiero transmitirte una anécdota que escuche de un amigo , la cual ocurrió con uno de los emisarios del Rebe de Lubavitch:
Debido a su Shlijut (servicio comunitario), había contraído enormes deudas financieras y no estaba en condiciones de saldarlas, hasta que llegó un día en el que tuvo que enfrentar la situación y fue citado por aquellos que le habían prestado el dinero para que les retribuya la deuda. El rabino estaba realmente nervioso, no sabía cómo conseguir esa cantidad de dinero.
Al llegar a la oficina se sentó en la sala de espera, estaba muy preocupado. Cerró con fuerza los ojos y pronunció en su corazón una leve pero poderosa plegaria: “Señor del Universo, todas las transacciones que realicé fueron con el fin de promover el judaísmo y de santificar Tu Sagrado Nombre. Te ruego me ilumines para que tenga éxito y para que todo se solucione de la mejor manera posible”.
Con el corazón apesadumbrado abrió los ojos y en ese instante, como si Di-s mismo lo acabara de escribir, vio un cartel pegado en la pared que decía: “Don´t tell your G‑d how big are your problems, tell your problems how big is your G‑d” [“No le digas a tu Di-s cuán grandes son tus problemas, diles a tus problemas cuán grande es tu Di-s”].
De inmediato sintió una fuerza indescriptible y entendió cómo todos esos problemas eran insignificantes frente a un Di-s tan grande. Comprendió que aún el gigante más extraordinario es infinitamente pequeño ante la grandeza infinita del Creador.
Este es el primer paso: traer a Di-s hacia tí, ser conciente plenamente de Su Existencia y de Su protección, y así, como por arte de magia, el gigante se convertirá en un enano.
Sin embargo, aquí no termina nuestra labor, ahora que hemos logrado que el gigante disminuya su tamaño, es necesario reunir toda nuestra fuerza de voluntad con el objetivo de vencerlo.
Me encantaría compartir contigo una historia más. Esta es diferente, más que demostrarnos cómo reducir al gigante Goliat que nos enfrenta, nos muestra al gigante David, el verdadero gigante. El temple del alma y una férrea convicción. El hecho de que cuando revelamos nuestro verdadero ser, nada puede interponerse con nuestro objetivo; como dicen los Sabios, “Nada se interpone frente a la voluntad”.
Sucedió en la mañana del 18 de julio de 1994. Muchos de nosotros recordamos con tristeza la terrible tragedia que ocurrió ese día. En la Argentina, un grupo de terroristas había colocado explosivos en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA).
Mi padre, que aún ignoraba lo que había sucedido, se dirigió como de costumbre a su pequeño local. Después de abrir la tienda y a falta de clientes madrugadores, encendió el televisor para escuchar las noticias.
Fue en ese instante que se enteró del atentado. Mi padre, perplejo ante las imágenes y con una sensación de duelo, amargura, tristeza e impotencia, decidió que algo debía hacer. ¿Pero qué podía hacer él desde Uruguay si el atentado había sido en el país vecino?
Durante la tanda comercial, se anunció que esa misma noche se disputaría uno de los partidos más importantes del Torneo de Baloncesto Uruguayo. La contienda sería entre el equipo de la comunidad judía, Hebraica, y el equipo de Cordón.
Mi padre quedó anonadado. “¡Esto es una locura!”, exclamó. “¡Aquí tiene que haber un error! Es imposible e inaudito que después de una tragedia tan terrible, instituciones judías, como Hebraica y Macabi, se presten a disputar un encuentro deportivo”.
De inmediato, estableció contacto telefónico con el presidente de la Asociación Macabi para manifestarle su desconcierto, sin embargo, este le respondió que, aunque estaba totalmente de acuerdo, no tenía la autoridad necesaria para cambiar la fecha del partido.
Ante su respuesta, mi padre revolvió cielo y tierra para conseguir el teléfono del presidente de la Federación Uruguaya de Baloncesto. Durante la conversación que sostuvieron, le planteó que, ante lo sucedido, la comunidad judía mundial se encontraban de duelo y que, como Macabi es una institución judía, el partido debía ser suspendido en honor a las víctimas del atentado.
El presidente le contestó que, si bien entendía su punto, le era imposible suspender el encuentro. Finalizando la conversación le dijo: “Si usted considera que el juego debe ser suspendido, ¡vaya al estadio unos minutos antes que comience el partido, reúna a los jugadores y presénteles su disconformidad!”.
Cuando colgó la llamada, mi padre se quedó pensando en la irónica y desafiante respuesta del presidente de la Federación y, de pronto, comprendió que esa era la solución. Él no se iba a quedar tranquilo en que hasta allí había hecho todo lo posible. Las vidas de esos judíos merecían mucho más de su parte. Se quedó reflexionando en silencio y se dio cuenta de que la solución estaba en sus manos.
Sin titubear, se dirigió con paso determinado hacia la puerta. Mi madre le preguntó asombrada: ¿A dónde vas a estas horas de la noche?, él le contestó “¡Voy al estadio a suspender el partido!”.
Las cuatro calles que separaban mi casa del estadio fueron como los tres pasos que un nadador da en el trampolín antes de saltar al agua. Ese impulso fue de tal magnitud que ni siquiera los encargados de pedir los tickets de entrada lograron detenerlo. Cuando le pidieron que les mostrara su pase al juego, él simplemente les dijo: “No vengo a ver el juego... ¡vengo a suspenderlo!”.
Así fue como mi padre llegó a la cancha, donde los jugadores se preparaban para empezar el juego.
¿Me creerías si te digo que de pronto se encontró en un estadio colmado de fanáticos hablándoles a los jugadores y explicándoles que no era correcto realizar el partido? Como dicen nuestros sabios, “Palabras que salen del corazón, entran al corazón”.
Después de conversar con ellos durante un tiempo, todos los jugadores decidieron que, por respeto a las víctimas, el partido no debía realizarse. El público no entendía lo que estaba pasando, pero imaginaron que aquel señor con barba y gorrita tenía algo que ver.
Esta anécdota es muy valiosa para mí, no solo porque le ocurrió a mi padre, sino porque demuestra la tenacidad del alma, el poder de la convicción y el alcance de la voluntad.
Ejercicio 2
Objetivo: Aumentar la autoestima personal. Actividades: Es importante que recobres la fe en ti mismo. Que te tengas confianza y que valores tus posibilidades. Ayudar a los otros es el principio del camino. Por eso, te propongo: a) Acompaña a personas enfermas. b) Visita un asilo de ancianos. c) Encuentra a alguien que necesite de ti y sólo pregúntale cómo puedes ayudarlo. Anota tus percepciones y registra tus sensaciones internas luego de realizar la tarea
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