Dr. Cambridge, Massachussets

Saludo y Bendición:

Su carta, en la que me escribe acerca de su hija, me llegó con cierta demora.

Confío en que no necesito hacer hincapié en el hecho que yo no doy, D-os libre, ninguna orden. Sólo puedo dar consejo -según mi leal saber y entender- y evaluación de qué es lo que más le conviene a la persona que pide mi consejo.

Claramente, debo considerar el futuro inmediato de la persona y sus ventajas materiales, pero también que le asegurará un beneficio duradero, particularmente desde el punto de vista de su tranquilidad mental. Si la felicidad humana ha sido siempre predicada sobre la base de la paz y la armonía interior, es especialmente así en nuestro confuso presente.

Para el judío, la verdadera armonía y paz interior pueden alcanzarse sólo si su estilo de vida no va en contra de su esencia, que es algo que no puede cambiar o alterar, y que es su herencia de innumerables generaciones. En otras palabras, un judío puede estar en armonía consigo mismo solo si su vida es auténticamente judía. Ninguna riqueza material puede sustituir esto.

Seguramente no necesito explicarle en detalle el estado en que se encuentra la generación más joven de nuestro tiempo, ni necesito enfatizar que no hay mayor bendición que la de sentirse seguro y firme, inmune a los cambios y cataclismos, día a día y de un extremo al otro, afectándolo todo desde los niveles más básicos de modestia y moralidad hasta los conceptos básicos del judaísmo.

Estas son las consideraciones que me motivan cuando gente joven pide mi consejo; el resto depende de ellos. Sin embargo, ciertamente es más fácil para ellos si reciben también el aliento de otros.

Que D-os, cuya benevolente providencia se extiende a todos y cada uno individualmente, le conceda mucho verdadero najes (satisfacción) de su hija, y la habilidad para disfrutarlo en circunstancias felices.

Con bendición, M. Schneerson