El calendario judío normalmente consta de doce meses lunares. Un mes lunar –desde el momento en que la luna nueva creciente aparece hasta el día en que desaparece de nuevo– dura aproximadamente 29 días y medio. Doce meses lunares son iguales a 354 días; once días menos que el año solar.
En consecuencia, si mantuviéramos estrictamente un calendario lunar de doce meses, perderíamos once días cada año. Esto daría como resultado que las festividades estarían fluctuando constantemente respecto con las estaciones, las cuales están dictadas por el ciclo solar. Tendríamos Janucá en verano y Shavuot con nieve.
La Torá nos ordena: “Guarda el mes de primavera y haz [entonces] la ofrenda de Pascua”. Se trata de una instrucción al Sanhedrín (la Corte Suprema Rabínica) para que constantemente ajuste el calendario a fin de asegurarse de que Nisán, el mes de la festividad de Pésaj, siempre caiga durante la temporada de primavera. Esto se logra mediante “años bisiestos” de trece meses, los cuales son añadidos al calendario aproximadamente una vez cada tres años. En esos años, un segundo mes de Adar se añade al calendario.
Mientras el Sanhedrín presidió Jerusalén, no hubo un calendario establecido. Cada año deliberaban para determinar si se declararía un “año bisiesto”.
Algunos factores se consideraban en el transcurso de sus deliberaciones. El factor principal, que se anteponía a los demás, era el equinoccio de primavera. Si el equinoccio de primavera caía después de la primera mitad de Nisán (por ejemplo, el 16 o más tarde), entonces el año automáticamente se declaraba “año bisiesto”.
En cualquier caso, no era suficiente para que Pésaj cayera luego del equinoccio, cuando ya era “oficialmente” primavera; las condiciones primaverales tenían que ser evidentes. Que la cebada aún no hubiese sido cosechada en la tierra de Israel y que los árboles todavía no hubiesen florecido con su fruto de la temporada eran razones suficientes para retrasar Nisán añadiendo un segundo mes de Adar. La primavera debía sentirse, debía ser brillante y verde.
El Sanhedrín también consideraba algunos factores no relacionados con la primavera. Por ejemplo, si los caminos o los puentes estaban deteriorados debido a la estación invernal lluviosa, impidiendo que los peregrinos pudieran viajar a Jerusalén para Pésaj.
En el siglo IV de la Era Común, el sabio Hillel II anticipó la disolución del Sanhedrín y comprendió que ya no sería posible seguir un calendario basado en sus decisiones. Entonces, con su corte rabínica estableció el calendario perpetuo que rige actualmente. Este calendario está compuesto por ciclos de diecinueve años, cada uno de los cuales contiene siete “años bisiestos”.
Permanecerá vigente hasta que el Mashiaj venga y reestablezca el Sanhedrín.
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