Doscientos treinta y un años más tarde, nuestra búsqueda de la felicidad aún continúa vigente como el primer día. No sé si otro país ofrece esta búsqueda como un derecho fundamental e inalienable, pero nosotros lo tenemos, y por escrito. Lamentablemente, lo que no nos dijeron es que no necesariamente se tiene derecho a tener la felicidad: tu derecho es simplemente salir en su búsqueda. Para encontrar la felicidad propiamente dicha tenemos que buscar en otro lugar que no sea el venerable documento, la Declaración de la Independencia de los EE. UU.
Hay personas perspicaces que han logrado descifrar este tema. Lilly Pharmaceuticals, por ejemplo, los orgullosos fabricantes de Prozac. Ahora bien, no tiene nada de malo sentirse bien, y no quiero simplemente darle (demasiado) por la cabeza a la industria de los fármacos. Está claro que la depresión es un gran problema. Y a mí, en primer lugar, no me importa mucho si estos excelentes empresarios de Lilly hacen buen uso de su inversión siempre que todos estén, bueno... digamos… felices. Habiendo dicho esto, quisiera echar una mirada más de cerca a nuestra búsqueda de la felicidad, porque me da la impresión de que, en sí misma, puede que la búsqueda se interponga en el camino de su objetivo. Demasiado a menudo, cuanto más buscamos la felicidad, tanto más nos elude.
Precisamente por eso es que te voy a decir lo que necesitas para ser feliz. ¿Estás listo? No necesitas nada.
Es así. Lo que tienes, dónde te encuentras y cómo eres son los únicos ingredientes esenciales para alcanzar la felicidad. Te explico: tu felicidad no radica en alcanzar x, y o z. Es aquello en lo que te conviertes cuando reconoces todo lo bueno que tiene tu situación actual.
(Es obvio que estoy hablando de la infelicidad común y corriente; fuera de lo ya dicho, puede ser necesario tratar la depresión clínica con medicación. Sin embargo, también es cierto que, según la mayoría de los estudios sobre la eficacia de los antidepresivos, la medicación sola no puede curar la depresión clínica. Aún con una receta, la felicidad requiere de las actitudes que se tratan en este artículo, o de algún tipo de terapia cognitiva positiva).
Los sabios del Talmud lo confirman: “¿Quién es rico? Aquel que es feliz con lo que tiene”. Necesitamos otras cosas en la vida, como la ambición y la perseverancia. Estas son cualidades importantes, pero no deberían confundirse con la felicidad.
Estoy de acuerdo en que ser feliz con lo que tenemos posiblemente no permita que nuestra economía florezca. Sin embargo, asegurará que seamos felices y que tengamos dinero. Y todo esto por una mínima parte de lo que gastamos hoy en día para ser felices.
Después de todo, ¿qué preferirías tener?, ¿la capacidad para ser feliz con lo que tienes o la capacidad de ir en busca de todo aquello que te hará feliz? Bueno, parecería que estamos dirigiéndonos a este segundo camino, ya que es la búsqueda de la felicidad lo que ha llamado nuestra atención. Pero, después de 231 años, creo que podemos afirmar con seguridad que nuestra búsqueda ha obtenido resultados bastante buenos. Aunque no nos ha traído la felicidad. Hoy en día seríamos más felices si simplemente no estuviéramos deprimidos.
Pero, te podrás preguntar: ¿cómo puedo ser feliz con lo que tengo si no tengo lo que quiero? Me alegra que me hayas planteado la pregunta, porque esta cuestión concentra el tema de la felicidad. Cuando no tienes lo que quieres se te presentan dos alternativas. Un camino que puedes recorrer es trabajar arduamente para obtener lo que deseas. Sin embargo, este camino puede plantearte varios problemas. Puede ser que trabajes mucho y nunca llegues al resultado que quieres. O puede que lo alcances y resulte que, después de todo, no sea lo que realmente deseabas...
El otro camino es trabajar para ser feliz con lo que tienes. Decidir que tú vas a ser quien decida lo que realmente “deseas”. Piensa lo que sería si pudieras llegar a aprender a disfrutar de una zanahoria tanto como lo haces al comer ese jugoso bistec. Serías más feliz, estarías más sano y, después del bocadillo, tendrías más dinero en el bolsillo (sin mencionar lo contenta que podría llegar a estar la vaca). Quedamos enganchados en todo aquello que deseamos, confundiéndolo con necesidades. Este camino no conduce a la felicidad.
Todo esto es muy simple, aunque nadie dice que sea fácil. Da mucho trabajo aprender a disfrutar de las bendiciones que tenemos. Efectivamente, la Torá emplea la palabra avodá en el sentido de “trabajo”, como el verbo necesario para acompañar a la felicidad. Pero, una vez más, si los primeros 231 años de los EE.UU. pueden tomarse como un tipo de indicio, pienso que no nos importa trabajar arduamente. Sólo queremos saber si todo el esfuerzo nos proporcionará la felicidad y satisfacción que estamos buscando.
Sin embargo, todavía queda una pregunta y te la voy a dejar planteada. Si estamos felices con lo que tenemos, ¿no terminaremos por convertirnos en haraganes? ¿Qué es lo que nos impulsará a alcanzar las metas que nos fijamos para nuestra vida, a mejorar nuestro mundo?
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